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Así reacciona el cerebro al amor, según estudios

Un reciente estudio neurocientífico reveló que diferentes tipos de amor, como el romántico, parental, por amigos, mascotas y la naturaleza, activan distintas áreas del cerebro.

Así reacciona el cerebro al amor, según estudios

CIUDAD DE MÉXICO.- El amor, una de las emociones humanas más poderosas, ha sido objeto de un nuevo estudio publicado en la revista Cerebral Cortex. La investigación, liderada por Pärttyli Rinne y su equipo, indagó cómo diferentes tipos de amor activan áreas específicas del cerebro. Lejos de ser una experiencia unificada, el estudio sugiere que cada forma de amor tiene su propia huella cerebral.

Utilizando imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), los investigadores estudiaron seis tipos de amor: romántico, hacia los hijos, por los amigos, por los desconocidos, por las mascotas y por la naturaleza. Al observar la actividad cerebral mientras los participantes escuchaban historias que evocaban cada tipo de amor, se identificaron diferencias significativas en la activación de diversas áreas cerebrales, dependiendo del objeto de afecto.

Los hallazgos revelaron que el amor no es una emoción monolítica, sino que cada tipo tiene su propia firma neural. Por ejemplo, el amor hacia personas, como el romántico o parental, activó más áreas relacionadas con la cognición social que el amor hacia las mascotas o la naturaleza. Estos resultados desafían la idea tradicional de que el amor es una experiencia homogénea en el cerebro.

El amor romántico y parental: más allá del placer

El estudio destacó que el amor romántico y el parental activan de manera más intensa el sistema de recompensa del cerebro. Este sistema, que incluye regiones como el núcleo accumbens y el área tegmental ventral, está asociado con el placer y la motivación. Estas áreas son clave en la biología evolutiva, lo que sugiere que estos tipos de amor tienen raíces profundas en nuestra supervivencia como especie.

Además, la investigación mostró que los vínculos afectivos más cercanos provocan una activación más fuerte y extendida en estas áreas de recompensa, en comparación con el amor por desconocidos, mascotas o la naturaleza. Este hallazgo coincide con estudios previos que vinculan el amor romántico y maternal con redes de apego y recompensa en el cerebro.

Sin embargo, Rinne y su equipo fueron más allá al señalar que la intensidad de la activación cerebral varía en función de la cercanía emocional, abriendo nuevas preguntas sobre las bases biológicas del apego.

Amor por amigos, mascotas y naturaleza: una respuesta cerebral única

El estudio también exploró cómo el cerebro responde al amor por amigos, mascotas y la naturaleza. El amor por los amigos, aunque cercano, activó áreas cerebrales de manera menos intensa que el amor romántico o parental. Estas áreas incluyeron el giro frontal medio y la corteza orbitofrontal, pero la activación fue menos extendida.

En cuanto al amor por las mascotas, se observó una activación en regiones similares a las relaciones humanas, pero menos intensa. Este patrón fue más marcado en personas que no eran dueñas de mascotas, lo que sugiere que la experiencia personal influye en la respuesta cerebral ante el amor hacia los animales.

El amor por la naturaleza, por su parte, mostró un patrón único de activación en la corteza parahipocampal, relacionada con la percepción del entorno. A diferencia del amor interpersonal, esta conexión parece estar menos vinculada a la cognición social y más a una apreciación abstracta del mundo natural.

Implicaciones para el futuro

Los hallazgos de este estudio tienen importantes implicaciones para nuestra comprensión del amor. Nos muestran que, aunque es una emoción universal, no se experimenta de manera uniforme. Dependiendo del objeto de nuestro afecto, diferentes áreas del cerebro se activan, lo que abre la puerta a nuevas investigaciones sobre cómo estos procesos influyen en nuestras relaciones y comportamientos.

Además, estos descubrimientos podrían tener aplicaciones prácticas, como el desarrollo de terapias para mejorar las relaciones interpersonales y fomentar una conexión más saludable con el entorno. La posibilidad de entender mejor cómo nuestro cerebro procesa el amor ofrece una herramienta poderosa para mejorar nuestra calidad de vida.

Este tipo de investigaciones también podría arrojar luz sobre cómo el amor, en sus diversas formas, puede ser afectado por factores culturales, lo que enriquecería aún más nuestra comprensión de esta compleja y profunda emoción.

El impacto de la cultura en el amor y el cerebro

Aunque el estudio de Rinne no se enfocó directamente en las diferencias culturales, la literatura científica sugiere que las normas culturales pueden influir en cómo experimentamos el amor. Diferentes sociedades valoran distintas formas de amor, lo que podría modificar las respuestas cerebrales ante estas emociones.

Por ejemplo, en culturas donde el amor romántico no es tan enfatizado, las áreas cerebrales activadas durante esta experiencia pueden diferir en comparación con culturas que lo valoran altamente. Este es un campo emergente dentro de la neurociencia que invita a futuras investigaciones sobre cómo las normas sociales y culturales moldean nuestras emociones más profundas.

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Entender estas variaciones culturales podría no solo enriquecer nuestro conocimiento sobre el amor, sino también ayudarnos a apreciar la diversidad emocional y cognitiva presente en las diferentes sociedades del mundo.

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