¿Hasta dónde puede llegar la longevidad humana? Una apuesta que desafía los límites biológicos
En las regiones con mayores esperanzas de vida, como Japón o Francia, una niña recién nacida tiene solo un 5.3% de probabilidad de alcanzar los 100 años.
En el año 2000, una peculiar apuesta surgió entre dos expertos en envejecimiento: el biólogo Steve Austad y el epidemiólogo Dr. Stuart Jay Olshansky. La discusión giraba en torno a si un ser humano podría vivir hasta los 150 años. Olshansky, quien dudaba profundamente de la posibilidad, propuso una apuesta de $150 dólares (que luego crecería a $300) sobre si alguien nacido en el 2000 lograría vivir hasta el 2150. Si así fuera, los descendientes de Austad recibirían el dinero acumulado; de lo contrario, serían los de Olshansky quienes heredarían la fortuna. Hoy, la apuesta sigue en pie, y el valor de esa inversión, que Olshansky ha movido estratégicamente, podría superar el billón de dólares en el futuro.
Olshansky, profesor de epidemiología en la Universidad de Illinois, defiende que la longevidad humana ya ha alcanzado su tope natural. Sus investigaciones, actualizadas recientemente en Nature Aging, concluyen que aunque la esperanza de vida ha crecido en promedio desde 1990, ese crecimiento ha desacelerado notablemente. A pesar de los avances médicos, Olshansky afirma que estamos llegando al límite de vida humana. Este límite se refleja en las estadísticas: en las regiones con mayores esperanzas de vida, como Japón o Francia, una niña recién nacida tiene solo un 5.3% de probabilidad de alcanzar los 100 años, mientras que para los niños esa cifra es aún menor.
Olshansky señala que vivimos más, pero no necesariamente mejor. El incremento de la esperanza de vida en el siglo XX trajo consigo enfermedades degenerativas asociadas al envejecimiento: cáncer, enfermedades cardíacas y demencia, entre otras. Según él, la extensión de la vida moderna es una “manufactura de tiempo”, lograda gracias a la medicina y la salud pública. Sin embargo, advierte que nuestro cuerpo funciona “más allá de su periodo de garantía biológica,” lo cual tiene consecuencias: más personas viven largos periodos en estados de fragilidad o con dolor, abriendo debates en torno a la eutanasia asistida.
El mercado de la longevidad sigue en auge, moviendo millones de dólares cada año, impulsado por figuras multimillonarias y biohackers que buscan extender la vida humana con métodos innovadores. Sin embargo, Olshansky desconfía de estos movimientos, especialmente cuando se trata de promesas comerciales. “No existe nada actualmente documentado que funcione para detener el envejecimiento,” asegura. Para él, aunque estos métodos pueden mejorar la salud, no existen pruebas sólidas de que prolonguen significativamente la vida.
Uno de los temas más intrigantes en esta carrera es el descubrimiento de los medicamentos GLP-1, utilizados para tratar la diabetes y la pérdida de peso. Estos medicamentos parecen interferir en la vía de señalización de la insulina, que está relacionada con diversas enfermedades, lo que podría, en teoría, ralentizar el envejecimiento. Olshansky es cauto y señala que, aunque estos hallazgos son prometedores, aún no se ha demostrado que realmente prolonguen la vida de manera significativa.
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Con 70 años, Olshansky practica lo que predica: mantiene una dieta saludable, evita el azúcar y monitorea su salud regularmente. En su opinión, la clave no está en vivir para siempre, sino en vivir de la mejor forma posible. Olshansky, quien posee el gen Fox03 (asociado con longevidad extrema), no busca llegar a los 150 años, sino mantener una vida plena y sana tanto tiempo como le sea posible.
Con información de The Telegraph.