El Apocalipsis Milenario: ¿Por qué la Humanidad Temió el Fin del Mundo en el Año 1000?
En el libro de Apocalipsis, que la tradición atribuía al apóstol San Juan, refleja un carácter profético con todo detalle en su capítulo 20 sobre los acontecimientos que rodearían el fin del mundo.
MÉXICO.- Una de las creencias más populares en la historia medieval correspondía al “fin del mundo” en el año mil; en ese momento, muchas personas empezaron a creer y temer que el mundo pudiera llegar a su fin por diversas razones, desde la religión hasta la cultura de la época.
Las profecías que anunciaban el fin del mundo para el año mil estaban siendo anunciadas por todos lados, esta aseguraba que, al cumplirse mil años desde el nacimiento del “Hijo de Dios”, tendría lugar el famoso fin del mundo: el Apocalipsis.
Profecías y la visión del fin del mundo
En el libro de Apocalipsis, que la tradición atribuía al apóstol San Juan, refleja un carácter profético con todo detalle en su capítulo 20 sobre los acontecimientos que rodearían el fin del mundo, que empezaría con la aparición de Satanás sobre el monte de Salomón; la llegada del ejército infernal de Gog y Magog; y, después, la resurrección de los muertos y finalmente el juicio final.
En el siglo X, las imágenes de esa visión profética rápidamente se difundieron en la línea trazada tiempo atrás por el monje Beato de Liébana, en sus Comentarios al Apocalipsis, que había dado lugar a un modelo artístico que se le conoció como “los beatos”, siendo imágenes espantosas sobre los efectos de la apertura del séptimo sello apocalíptico; y especialmente, sobre la condena de los réprobos en el Juicio Final.
Tal como recupera National Geographic en su reporte, el sentimiento de que el Apocalipsis estaba cada vez más cerca atrapó por igual desde a príncipes como a guerreros o campesinos. Y, además de dicho sentimiento colectivo, las creencias del fin del mundo fueron canalizadas por lecturas políticas de los textos sagrados.
La sociedad medieval, que estaba fuertemente influida por la religión, vivía con una visión profundamente marcada por el cristianismo que, en esta época, la vida terrenal se concebía como una preparación para el juicio final; concepto que la iglesia reforzaba de forma constante.
La idea de un fin inminente hacía que muchos fieles buscaran redimir sus pecados y ofrecer donaciones a la iglesia o realizar peregrinaciones. El ambiente, cargado de expectativas y ansiedad colectiva, se traducía en actos de penitencia, rezos colectivos y, en ocasiones, pánico.
Guerras, pestes, catástrofes: síntomas para el apocalípsis.
Tal como se mencionó, el libro de “Apocalipsis” en el Nuevo Testamento, era uno de los textos bíblicos más influyentes de la época; ya que su lenguaje simbólico y visiones catastróficas, fueron interpretadas literalmente por muchos clérigos y predicadores. Además, el Apocalipsis habla de guerras, pestes, catástrofes naturales y el juicio final, elementos que, ante cualquier calamidad que enfrentaba la sociedad medieval, se consideraban señales de que “el fin estaba cerca”.
En el capítulo 20 de “Apocalipsis” de San Juan, se menciona un periodo de mil años al final del cual el diablo sería liberado y los eventos que llevarían al juicio final se desencadenarían. Esta referencia al “milenio” provocó una angustia colectiva.
En otras leyendas medievales, junto con los textos bíblicos, las “Profecías de Sibilia”, de origen grecorromano, también tuvieron un impacto, aunque no pertenecían al canon cristiano, algunas versiones fueron adaptadas e interpretadas en clave religiosa. Estas profecías describían escenas de destrucción y caos, lo que reforzó la visión de un fin catastrófico.
Asimismo, los cronistas medievales y líderes eclesiásticos, como Adso de Montier-en-Der, escribieron y predicaron sobre el fin del mundo. Estas predicaciones se difundían entre los pupilos, generando una atmósfera de temor colectivo. Además, las crónicas relacionaban a los desastres naturales, terremotos, eclipses o hambrunas con señales divinas que anunciaban que el fin estaba cerca.
Finalmente, la idea del milenarismo que sostenía que Cristo regresaría al cumplir mil años de su nacimiento para instaurar su reino y posteriormente llevar el juicio final, alimentaba las expectativas, aunque no todos los líderes de la iglesia lo apoyaban.
El temor al fin del mundo provocó diversos comportamientos sociales; hubo quienes, desesperados, abandonaron sus propiedades para dedicarse a la oración y caridad. Algunos campesinos y nobles donaban sus tierras a la iglesia con el fin de garantizar su salvación; asimismo, se incrementaron las peregrinaciones a lugares sagrados y las prácticas de penitencia.
Sin embargo, el miedo no fue universal ni uniforme, pues en algunas regiones, la vida continuó de forma normal y muchos líderes religiosos más racionales intentaron moderar el temor.
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