¿Por qué quejarse de todo no es saludable, según la psicología?
Este comportamiento, amplificado por las redes sociales, afecta la salud mental al fomentar pensamientos negativos y alterar funciones cognitivas como la toma de decisiones.
CIUDAD DE MÉXICO.- Es común presenciar breves intercambios entre conocidos que se cruzan por la calle: un saludo rápido seguido de una expresión de queja. “Vamos tirando” o “no es poco” son respuestas que reflejan un malestar cotidiano, aceptado como una norma social en las sociedades modernas. Quejarse se percibe como una vía de escape emocional, permitiendo liberar tensiones en un ambiente donde las presiones económicas, laborales y sociales son constantes.
Sin embargo, detrás de este hábito aparentemente inofensivo, la neurociencia y la psicología han comenzado a explorar los efectos de la queja en la salud mental y física. Aunque ocasionalmente es saludable expresar frustración, hacerlo de forma crónica puede convertirse en un problema que afecta tanto al emisor como al receptor.
La queja como mecanismo social
Quejarse no es intrínsecamente negativo. En su justa medida, cumple funciones adaptativas, como buscar validación social o liberar tensiones acumuladas. Sin embargo, cuando este comportamiento se vuelve frecuente y abarca múltiples aspectos de la vida, el impacto se extiende más allá del alivio momentáneo, transformándose en un ciclo perpetuo de negatividad.
Este fenómeno se intensifica en plataformas como las redes sociales, donde la queja ha encontrado un nuevo espacio para proliferar. Influencers y usuarios comparten sus descontentos, amplificando la percepción de malestar y fomentando una dinámica de interacciones centradas en lo negativo.
Consecuencias para el cerebro y la salud
Desde un punto de vista neurológico, el cerebro humano está diseñado para centrarse en las amenazas como un mecanismo evolutivo de supervivencia. Este sesgo hacia lo negativo, denominado “sesgo de negatividad”, se vuelve contraproducente en el entorno actual, promoviendo patrones de pensamiento pesimistas.
Estudios han señalado que quejarse de forma constante puede alterar estructuras cerebrales relacionadas con la resolución de problemas y la toma de decisiones. Además, se asocia con síntomas como ansiedad, rumiación y fatiga mental, afectando la autoestima y la capacidad para afrontar adversidades con resiliencia.
Estrategias para romper el ciclo
Modificar este patrón no es imposible. Especialistas recomiendan prácticas como la gratitud, que ayudan a enfocar la atención en los aspectos positivos de la vida. Por ejemplo, llevar un diario para registrar cosas por las que sentirse agradecido puede cambiar significativamente la perspectiva personal.
Asimismo, buscar soluciones en lugar de solo lamentarse, prestar atención al lenguaje que utilizamos y establecer límites con personas excesivamente negativas son pasos clave para transformar este hábito. La terapia psicológica también puede ser una herramienta eficaz para lograr cambios duraderos.
Un camino hacia el bienestar
Antes de caer en la queja automática, reflexionar sobre sus efectos puede marcar la diferencia en nuestra calidad de vida. Este cambio no solo mejora las relaciones interpersonales, sino también el bienestar emocional y mental. Quejarse no es negativo en sí mismo, siempre que no se convierta en un estilo de vida. Al final, reconocer nuestras emociones y trabajar en ellas es un paso esencial hacia el crecimiento personal.
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