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El príncipe de Sajonia y su peculiar retrato en la National Gallery

Lucas Cranach, pintor oficial de la corte de Wittenberg, destacó como el artista más importante de Sajonia de su época.

En la National Gallery de Washington D.C., una pequeña pero llamativa obra de arte capta las miradas de los visitantes: el Porträt eines sächsischen Prinzen (Retrato de un príncipe sajón), realizado por el célebre pintor alemán Lucas Cranach el Viejo. Este óleo de apenas 43,7 x 34,4 cm presenta al príncipe de Sajonia con una presencia tan peculiar como la historia que le rodea.

Contexto histórico

El retrato, pintado en el siglo XVI, probablemente representa a Juan de Sajonia, hijo de Jorge “el Barbudo”, una figura notable en la casa gobernante de Sajonia. Aunque el título de “Príncipe de Sajonia” sigue existiendo en la Alemania moderna como herencia nobiliaria, esta pintura nos transporta a los días en que estas figuras ostentaban un poder real y absoluto.

Lucas Cranach, pintor oficial de la corte de Wittenberg, destacó como el artista más importante de Sajonia de su época. Su trabajo como retratista era ampliamente solicitado gracias a su habilidad para capturar detalles únicos y crear retratos llenos de expresividad. En esta obra, Cranach plasma al joven príncipe con un estilo que, aunque propio del Renacimiento, parece anticipar elementos que influirían en movimientos artísticos como el Expresionismo Alemán o la Nueva Objetividad.

El retrato presenta a un joven rubio con una expresión singular: ojos bizcos, prominentes y un rostro pálido que casi parece salir de un cuento gótico. Su melena, que recuerda a la estética de un grupo de heavy metal alemán, y la corona de perlas negras, oro y piedras verdes (aparentemente colocada de manera un tanto improvisada), completan la imagen. Este accesorio, según los expertos, indica que el príncipe estaba próximo a contraer matrimonio, un detalle que añade contexto sobre su posición y propósito en la corte.

Aunque su apariencia podría parecer inusual —con ciertos rasgos exagerados como resultado de los matrimonios consanguíneos típicos de la nobleza—, no cabe duda de que el príncipe es el protagonista de una obra de gran calidad artística. Cranach combina en este cuadro su característica atención al detalle con un estilo que no teme mostrar las peculiaridades del modelo, haciéndolo a la vez humano y memorable.

Una obra más allá de la apariencia

Si bien el retrato podría suscitar sonrisas por los estándares modernos, es un testimonio valioso de la habilidad de Cranach y su capacidad para capturar la realidad sin idealizaciones exageradas. Además, destaca la moda y los estándares estéticos de la Alemania renacentista, donde los símbolos de poder —como la corona— tenían tanto peso como la belleza física.

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Una pieza que combina humor involuntario y genio artístico, haciendo de ella un imperdible en la colección renacentista de la National Gallery.

Con información de HA!

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