¿Quién fue el Niño Fidencio? El santo que curó a un presidente sonorense de la lepra
Hasta el día de hoy el curandero goza de popularidad entre seguidores que peregrinan su tumba.
El Niño Fidencio, cuyo nombre real era José Fidencio Constantino Síntora, fue el protagonista de un episodio lleno de misticismo y popularidad durante los convulsos años veinte en México.
El curandero, nacido el 13 de noviembre de 1898 en el municipio de Yuriria en Guanajuato, donde desde muy pequeño encontró protección en la iglesia católica de su comunidad. Fidencio, durante sus años de primaria, solía ser rodeado por sus compañeros de escuela para solicitar que les leyera la suerte o les dijera predicciones. A veces las respuestas sinceras de Fidencio no eran del agrado de su público y recibía golpes en compañía de quien fuese su mejor amigo, y más tarde su protector: Enrique López de la Fuente.
Fidencio era apodado “El Niño” por su voz aguda y aspecto joven a pesar de ser un adulto, y además de no haberse relacionado personalmente nunca con ninguna mujer
Durante la Revolución Mexicana se desempeñó en diversas obligaciones relacionadas aún con el ámbito religioso, y Enrique se unió a la lucha armada. Fue en 1921 cuando ambos amigos se reúnen en Espinazo, Nuevo León, una hacienda donde Enrique laboraba como administrador del lugar le abrió el espacio a Fidencio para trabajar como cocinero en la hacienda y a la par, comenzar su carrera como curandero.
Ya que esta comunidad se encontraba alejada de centros médicos especializados, el Niño Fidencio comenzó a ocuparse de situaciones médicas de emergencia, que comenzaron a ser dolencias sencillas de los campesinos, hasta apoyar en partos complicados y curar heridas de jinetes caídos de sus caballos. Teodoro Von Wernich, el dueño de la hacienda donde era cocinero Fidencio, se acercó solicitando sus conocimientos para tratar unas úlceras que no habían podido curarse con ningún médico de renombre. El Niño Fidencio lo sanó con una mezcla de tomates y Von Wenich no volvió a presentar ninguna molestia.
En agradecimiento, el dueño de la hacienda divulgó las habilidades del taumaturgo y cientos de personas acudieron a Espinazo en busca de alivio
Las enfermedades que el Niño Fidencio curó, eran de dificultades complicadas incluso para los médicos expertos de la época; pero el curandero sanó tumores cancerígenos, problemas del corazón, muelas infectadas, intervino con cirugías malestares e hizo hablar a los mudos y caminar a los inválidos. Todo esto, con métodos peculiares, como lanzarles objetos o naranjas desde un árbol, sumergirlos a un foso de lodo, golpearlos contra el suelo, hacerlos caer de columpios y operar con vidrios. Todo esto sin la intervención de anestesia o de cuidados higiénicos; por esto, el gobierno estatal de Nuevo León intentó frenar los procedimientos del curandero, a quién un grupo de médicos mexicanos tachaba de charlatán y estafador, cosa que los seguidores de Fidencio negaban, pues el hombre jamás pidió nada a cambio de sus dones y muchas personas creían que de ahí provenía su fortaleza espiritual sanadora, de su bondad innata.
El encuentro del Niño Fidencio y del Presidente de México
Un 8 de febrero de 1928, un tren arribó a Espinazo, en donde rodeado de una comitiva se presentó el mismísimo Plutarco Elías Calles, el presidente sonorense que había apoyado el proyecto político en contra de la iglesia católica en México, y en donde durante su mandato se había gestado la Guerra Cristera.
Aún así el mandatario que siempre estuvo fascinado por el misticismo y el misterio, vivía aquejado de lo que se rumoreaba que era lepra. Elías Calles se presentó ante el Niño Fidencio y ambos se estrecharon la mano y se dieron un amistoso abrazo. El curandero lo llevó a una habitación donde le untó en el cuerpo miel, lo arropó con una cobija y lo dejó solo durante horas para terminar las demás curaciones de los aquejados.
Plutarco Elías Calles le dijo que había venido de muy lejos para ser solo untado con miel, pero después de unas horas la lepra desapareció. El mandatario envió recursos médicos y alimentos como agradecimiento.
Fidencio falleció diez años después, un nueve de octubre de 1938 a los cuarenta años.
Su tumba es ahora un centro de peregrinaje y se ha creado un culto alrededor de la figura del Niño Fidencio, a pesar de no ser un santo reconocido oficialmente por la iglesia católica.
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