Generación Z y la crisis de los veintitantos: en medio de un ‘círculo vicioso’ de gastos excesivos y estrés laboral

CIUDAD DE MÉXICO.- La transición hacia la adultez, que en su momento parecía una fantasía para la Generación Z —comprendida por jóvenes de entre 18 y 27 años—, se está convirtiendo en una realidad plagada de incertidumbre. Muchos soñaban con alcanzar la autonomía, mudarse de casa de sus padres y encontrar su primer trabajo estable. Sin embargo, según un reciente estudio, el 38% de los jóvenes de esta generación están experimentando lo que se describe como una “crisis de la mediana edad”, un fenómeno que redefine lo que tradicionalmente se entendía por tal crisis.

Este fenómeno no solo afecta la vida personal, sino también la profesional y emocional. Las presiones relacionadas con la inestabilidad financiera, los problemas de salud mental y la incertidumbre laboral están generando un entorno que se percibe como inalcanzable para muchos jóvenes adultos. De acuerdo con los expertos de Arta Finance, una plataforma digital de gestión patrimonial, el concepto de crisis de la mediana edad ha cambiado y, para los jóvenes de hoy, se ha vuelto una experiencia compartida de estrés y desesperanza.

Causas fundamentales: dinero y salud mental

El dinero, o la falta de él, emerge como el principal motor de esta crisis. Un 30% de los jóvenes afirma que las preocupaciones financieras son su fuente de mayor estrés, cifra que se aproxima al 28% de los millennials, aquellos que tienen entre 28 y 43 años. Este desajuste económico es uno de los factores más importantes que restringen a la Generación Z de alcanzar hitos importantes de la vida, como la compra de una vivienda o la formación de una familia. A pesar de las críticas por una supuesta “falta de resiliencia”, los expertos señalan que la crisis de los jóvenes está profundamente vinculada a una economía incierta y a la carga mental que genera este panorama.

Además de los problemas económicos, los desafíos relacionados con la salud mental y las dificultades profesionales también son factores que contribuyen al malestar generalizado. Un 25% de los jóvenes reporta que su salud mental es una causa importante de su estrés, mientras que un 23% menciona la inseguridad laboral como otro factor clave. La combinación de estos elementos está llevando a una generación entera a cuestionarse su futuro de manera más dramática de lo que se había anticipado.

La respuesta generacional: “doom-spending” y estrategias de apoyo

Para hacer frente a esta crisis, algunos jóvenes están adoptando el “doom-spending”, una forma de escapismo que se manifiesta en compras impulsivas como una vía temporal para aliviar la ansiedad. Ropa, electrónicos y entretenimiento se convierten en pequeños consuelos que, aunque proporcionan una gratificación momentánea, pueden agravar aún más el estrés financiero a largo plazo. Los especialistas advierten que este ciclo de compras irresponsables podría empeorar la situación económica, generando una espiral difícil de romper.

Sin embargo, hay esperanza. Samita Malik, defensora financiera de Arta, asegura que la crisis de la Generación Z no se trata únicamente de dinero, sino de la sensación de control que este representa. La constante presión de las redes sociales y el aumento de los precios de los activos han amplificado la ansiedad de los jóvenes. Malik sugiere que las generaciones mayores pueden jugar un papel clave en este proceso, brindando orientación financiera y emocional. Escuchar sus preocupaciones y ofrecerles consejos prácticos sobre cómo establecer una base sólida de crecimiento a largo plazo podría ser fundamental para ayudarles a superar este difícil momento.

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En conclusión, la crisis de los veintitantos es mucho más que una simple etapa de estrés. Es el resultado de una combinación de factores económicos, sociales y emocionales que afectan profundamente a una generación que, aunque aspira a la independencia, se encuentra atrapada entre la incertidumbre y la falta de apoyo para hacer frente a los retos de la vida adulta. La solución podría estar en un acompañamiento intergeneracional, donde las experiencias y conocimientos de los mayores puedan ser clave para guiar a los más jóvenes en su camino hacia una estabilidad emocional y financiera.