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¿Existe tal cosa como una película anti-guerra? Esto dicen los expertos

François Truffaut afirmó que “no existe tal cosa como una película anti-guerra”, ya que incluso las obras críticas terminan glorificando el conflicto debido a su capacidad para generar emociones como adrenalina.

CIUDAD DE MÉXICO.- François Truffaut, cineasta francés, afirmó en su momento que “no existe tal cosa como una película anti-guerra”. Según él, cualquier intento cinematográfico por retratar la guerra inevitablemente glorifica el conflicto, aunque ese no sea su propósito. Esta declaración, realizada en el contexto del estreno de Paths of Glory de Stanley Kubrick, plantea una paradoja interesante: ¿cómo transmitir los horrores de la guerra sin despertar en el espectador emociones como la adrenalina o el interés por el combate? A lo largo de los años, esta perspectiva ha sido objeto de debate entre críticos y cineastas.

La ciencia del cine, conocida como neurocinemática, respalda la complejidad de esta cuestión. Investigaciones como las del profesor Yuri Hassan han demostrado cómo los estímulos visuales y narrativos de las películas controlan la actividad cerebral de los espectadores, generando respuestas emocionales intensas. Así, incluso las escenas diseñadas para horrorizar pueden provocar una reacción de fascinación o exaltación. Este fenómeno cuestiona si es posible separar la intención del director del efecto que su obra tiene en la audiencia.

Algunos ejemplos icónicos como Saving Private Ryan o Full Metal Jacket ejemplifican este dilema. Aunque buscan destacar las atrocidades de la guerra, terminan siendo celebradas por sus intensas secuencias de acción, alimentando la emoción en lugar de el rechazo. ¿Es entonces inevitable que estas películas caigan en una contradicción de fondo?

Ejemplos que rompen con la tendencia

En contraste, algunas obras se destacan por desafiar este patrón. Ven y mira (Come and See), dirigida por Elem Klimov, ha sido señalada como un ejemplo de cine verdaderamente anti-guerra. Esta película bielorrusa se sumerge en los horrores de la Segunda Guerra Mundial a través de los ojos de un joven cuyo idealismo inicial es destruido por la brutalidad del conflicto. Sin concesiones a la espectacularidad, su enfoque busca impactar al espectador con una representación íntima y desgarradora de la violencia.

Otra obra mencionada en este contexto es El ascenso (The Ascent), de Larisa Shepitko, que se centra en la lucha moral de dos partisanos soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial. La película evita glorificar a sus protagonistas, mostrando la guerra como un escenario de dilemas éticos insuperables y devastación psicológica. Su tono sombrío refleja la experiencia personal de Shepitko, cuya infancia estuvo marcada por los estragos del conflicto.

La trilogía La condición humana de Masaki Kobayashi también se suma a esta lista. Este monumental relato sigue el viaje de Kaji, un pacifista japonés atrapado en la maquinaria militar durante la Segunda Guerra Mundial. La obra de Kobayashi, influida por sus propias vivencias como soldado y prisionero, presenta una visión profundamente crítica de la guerra y sus costos humanos.

Reflexión sobre el cine y el mensaje anti-guerra

Si bien Truffaut argumentó que todas las películas de guerra terminan glorificando el conflicto, las obras mencionadas demuestran que es posible transmitir un mensaje anti-guerra genuino. Sin embargo, lograr este objetivo requiere un equilibrio delicado, evitando caer en la tentación de la espectacularidad y centrándose en el impacto humano del conflicto.

El debate sobre qué define una película anti-guerra sigue vigente. Para que un filme pueda considerarse verdaderamente anti-guerra, debe evitar glorificar la violencia, retratar la devastación de manera honesta y basarse en experiencias personales auténticas. Aun así, estas películas son la excepción, no la regla.

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El poder del cine radica en su capacidad de provocar reflexiones profundas. Aunque rara vez se logra una representación completamente anti-guerra, las películas que lo intentan nos recuerdan el enorme costo humano de la violencia y la importancia de evitar su romanticismo.

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