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El Jardín de Ciruelos de Kamada y su impacto en el arte japonés y occidental

Esta aproximación fresca y naturalista fascinó profundamente a los impresionistas europeos, especialmente a Vincent van Gogh.

El Jardín de Ciruelos de Kamada y su impacto en el arte japonés y occidental

El “Jardín de Ciruelos de Kamada” (亀戸梅屋舗) es una de las obras más icónicas del maestro japonés Utagawa Hiroshige. Creada mediante la técnica del grabado y actualmente albergada en el Rijksmuseum de Ámsterdam, esta pieza es un testimonio del estilo ukiyo-e, con el cual Hiroshige capturó momentos efímeros de la vida cotidiana en Japón, aportando un toque innovador y personal.

Lo que distingue a Hiroshige como el último gran maestro del ukiyo-e son sus composiciones poco convencionales y los puntos de vista únicos. En esta obra, el artista nos transporta a un parque de ciruelos en plena primavera, un paisaje típico japonés, pero con un giro distintivo. Una rama de ciruelo atraviesa la escena, fragmentándola de forma inesperada. Este encuadre fotográfico invita al espectador a desplazarse mentalmente para descubrir más, casi como si fuera parte del paseo.

El detalle del cartel de madera en la esquina superior izquierda, que parece estar ahí “por accidente”, refuerza la sensación de espontaneidad. Hiroshige no busca glorificar la naturaleza desde una perspectiva idealizada, sino capturarla tal como la vería un paseante casual. De hecho, en el fondo de la escena, los caminantes apenas son siluetas, subrayando cómo la naturaleza eclipsa la importancia del individuo.

Esta aproximación fresca y naturalista fascinó profundamente a los impresionistas europeos, especialmente a Vincent van Gogh. Tanto es así que el pintor neerlandés reinterpretó esta xilografía en su obra “Huerto de ciruelos en flor (después de Hiroshige)” (1887). Van Gogh quedó cautivado por los colores intensos, las composiciones diagonales y los bloques de color definidos, elementos que adaptó en su propio estilo, dando un nuevo contexto al legado de Hiroshige.

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La xilografía forma parte de la serie “Cien famosas vistas de Edo” (1856-1858), un conjunto dedicado a los rincones más emblemáticos de la ciudad que hoy conocemos como Tokio. El ciruelo retratado, conocido como el Ciruelo del Dragón Durmiente (臥竜梅), no solo destaca por su forma retorcida, con ramas que se curvan y vuelven a la tierra, sino también por su relevancia histórica. Este árbol sobrevivió hasta 1910, convirtiéndose en un símbolo efímero pero inmortalizado a través del arte.

Huerto de ciruelos en flor (después de Hiroshige).
(1887)
Vincent van Gogh
Óleo sobre lienzo, 55,6 cm x 46,8 cm
Museo Van Gogh, Ámsterdam

Con información de HA!

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