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¿Por qué pueden llegar a ser peligrosos los influencers de salud?

En la era digital, los influencers de salud han ganado popularidad promoviendo tratamientos sin base científica, lo que representa un riesgo para la salud pública.

¿Por qué pueden llegar a ser peligrosos los influencers de salud?

CIUDAD DE MÉXICO.- En la era digital, las redes sociales se han convertido en una plataforma donde cualquiera con carisma puede influir en miles de personas. En el campo de la salud y el bienestar, esto ha dado lugar a un mercado lucrativo basado en promesas sin sustento científico.

Uno de los casos más emblemáticos es el de Belle Gibson, una influencer australiana que aseguró haber superado un cáncer cerebral con medicina alternativa. Su historia, que atrajo la atención de miles de seguidores, resultó ser completamente falsa. Sin embargo, su impacto demuestra el peligro de la desinformación en temas de salud.

Este fenómeno plantea una pregunta inquietante: ¿por qué tantas personas confían en influencers en lugar de recurrir a la medicina basada en evidencia? La respuesta se encuentra en una combinación de desconfianza en el sistema de salud y la atracción por soluciones rápidas y accesibles.

El atractivo de los remedios “naturales”

No solo Belle Gibson ha promovido tratamientos sin base científica. En 2014, Liana Werner-Gray publicó un libro titulado The Earth Diet, donde afirmaba haber combatido el cáncer con una dieta de desintoxicación extrema. A pesar de que la comunidad médica ha desacreditado estas prácticas, siguen atrayendo a personas desesperadas por encontrar alternativas a los tratamientos convencionales.

Gail Cresci, investigadora de la Cleveland Clinic, advierte que muchos pacientes llegan a las consultas repitiendo información errónea tomada de redes sociales. “Es preocupante ver cómo la gente confía más en un influencer que en un profesional de la salud”, señala Cresci.

Uno de los ejemplos más notorios es la promoción del vinagre de manzana como cura para el cáncer. Esta afirmación, sin ningún respaldo científico, se ha viralizado en redes sociales, generando falsas expectativas y retrasando tratamientos médicos adecuados.

La confianza en los influencers

Las redes sociales han modificado la forma en que las personas construyen confianza. En lugar de basarse en evidencias científicas, muchos usuarios confían en quienes les resultan cercanos y accesibles.

Un caso emblemático es el de Jessica Ainscough, quien rechazó una amputación recomendada por su médico para tratar un cáncer en el brazo. En su lugar, optó por remedios alternativos promovidos en redes sociales. Cuando finalmente buscó ayuda médica, ya era demasiado tarde.

Según Cresci, este tipo de decisiones se deben a varios factores: la aparente “inocuidad” de los remedios naturales, la desconfianza en la medicina convencional y la influencia emocional de los testimonios personales que circulan en redes.

Desigualdad y desconfianza en la medicina

El problema de la desinformación no solo radica en los influencers, sino también en una crisis de confianza hacia el sistema de salud. La falta de tiempo en las consultas, la saturación de los hospitales y las desigualdades en la atención refuerzan la búsqueda de soluciones fuera del entorno médico.

Estudios han demostrado que las mujeres tienen mayor probabilidad de recibir diagnósticos tardíos y que ciertos grupos raciales enfrentan barreras para acceder a una atención adecuada. Esta situación hace que muchos pacientes prefieran recurrir a influencers con quienes se sienten identificados.

No obstante, la confianza en estos personajes puede resultar riesgosa. La serie de Netflix Apple Cider Vinegar aborda esta problemática, aunque evita profundizar en las razones estructurales que llevan a las personas a desconfiar de la medicina tradicional.

Combatir la desinformación

Para revertir esta tendencia, es necesario que tanto los profesionales de la salud como las autoridades trabajen en fortalecer la confianza en la medicina basada en evidencia.

Algunas estrategias incluyen ofrecer consultas más empáticas, mejorar la comunicación médica y reforzar la regulación de los suplementos y tratamientos pseudocientíficos. Además, es fundamental fomentar el pensamiento crítico entre los usuarios de redes sociales.

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En un mundo donde la información se difunde con rapidez, la salud pública depende de nuestra capacidad para cuestionar, investigar y exigir evidencia antes de creer en soluciones milagrosas.

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