Iconoclasia y vandalismo: ¿Cuál es la diferencia?
Aunque a menudo se confunden, vandalismo e iconoclasia no son sinónimos ni conceptos intercambiables.
MÉXICO.- Durante las marchas del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, las calles de muchas ciudades se llenan de consignas, pancartas y actos de protesta que buscan visibilizar las luchas feministas.
Sin embargo, cuando las manifestantes pintan consignas en el Ángel de la Independencia o intervienen estatuas de figuras coloniales, surge un debate: ¿son estas acciones actos de resistencia simbólica o mero vandalismo?
¿Qué es la iconoclasia y el vandalismo?
Aunque a menudo se confunden, vandalismo e iconoclasia no son sinónimos ni conceptos intercambiables.
Por un lado, el vandalismo se define como la destrucción o daño intencional de propiedad pública o privada, generalmente motivado por el deseo de causar caos, expresar frustración o buscar diversión y rebeldía, pero sin un propósito ideológico claro. Es un acto aleatorio, carente de valor cultural o político, y suele asociarse con la falta de respeto hacia el patrimonio colectivo. Por ejemplo, pintar grafitis sin sentido en un monumento histórico no relacionado con un conflicto social sería vandalismo.
Por otra parte, la iconoclasia se define como la destrucción deliberada de imágenes, símbolos, monumentos o artefactos, generalmente por motivos religiosos, políticos o ideológicos. La palabra, de origen griego (“eikon” para imagen y “klastes” para rompedor), implica una clara motivación: los iconoclastas ven los objetos destruidos como representaciones de algo que consideran moralmente, religiosamente o políticamente inaceptable.
Un ejemplo histórico es el período de la Reforma Protestante en el siglo XVI, cuando los iconoclastas destruyeron imágenes religiosas católicas por considerarlas contrarias a sus creencias.
En las marchas del 8M, la iconoclasia se manifiesta como un acto simbólico de resistencia contra los valores patriarcales representados en el espacio público. En México, las manifestantes suelen intervenir estatuas de figuras asociadas con la opresión, como colonizadores, líderes patriarcales o símbolos del Estado que han perpetuado la desigualdad de género. Por ejemplo, pintar consignas feministas en el Monumento a la Revolución o cubrir estatuas con pañuelos morados busca cuestionar quiénes son homenajeados en la historia oficial, visibilizar las ausencias de mujeres y disidencias, y denunciar la violencia de género.
Es decir, mientras la iconoclasia destruye símbolos específicos por motivos ideológicos y puede verse como resistencia o protesta, el vandalismo carece de un propósito claro y se limita al caos o la rebeldía. En un país donde los feminicidios son una crisis estructural, la iconoclasia del 8M no solo cuestiona el patrimonio, sino que visibiliza las ausencias de las mujeres en la historia oficial y denuncia la impunidad. Distinguir entre ambos conceptos es crucial para comprender el mensaje de las protestas y evitar la criminalización del movimiento feminista.