El avaro y la muerte: Jan Provoost y su visión sobre la codicia
Jan Provoost fue un artista profundamente influenciado por El Bosco.

En el Groeningemuseum de Brujas, una obra maestra del Renacimiento flamenco despierta la curiosidad de los visitantes. Se trata de El avaro y la muerte (De gierigaard en de dood), un óleo sobre tabla de 119,7 x 157,8 cm atribuido a Jan Provoost, un destacado pintor de la Brujas renacentista y contemporáneo de Durero. Esta pieza formaba originalmente las contraventanas de un tríptico, cuyo panel central se ha perdido, dejando solo esta intrigante escena de confrontación entre la avaricia y la inevitable muerte.
Un mensaje moral en clave flamenca
La pintura muestra a un cambista de dinero, un oficio que en aquella época era visto con desconfianza y desprecio. Sentado junto a una mesa llena de monedas, el personaje parece atrapado en su mundo de riquezas materiales. Pero a su lado, en una escena sombría, aparece La Muerte, representada como un esqueleto que le entrega unas monedas mientras señala un documento, presumiblemente un pagaré. La escena sugiere un pacto inevitable: el dinero no podrá salvar al avaro de su destino final.
En la esquina izquierda, un hombre levanta un dedo, quizás una referencia al propio pintor, dado que la obra no está firmada. Su gesto podría interpretarse como una advertencia al espectador sobre el destino de quienes hacen del oro su único propósito en la vida.
Influencias y simbolismo
Jan Provoost fue un artista profundamente influenciado por El Bosco, cuya visión crítica de la sociedad se percibe en esta obra. Para Provoost, la codicia era el peor de los pecados, pues no solo corrompía a quienes la practicaban, sino que también arrastraba al mundo entero a la ruina. Este pensamiento se refleja en la composición misma del cuadro: la escena está dividida en dos mitades, con el brazo del usurero cortado por el borde, como si la avaricia le costara una parte de sí mismo.
El detallismo flamenco es otro rasgo característico de la obra. Cada moneda es meticulosamente representada, al punto de que podrían identificarse sus tipos y procedencias. La luz, los colores y los objetos en la habitación están plasmados con un realismo que intensifica la sensación de inminencia y fatalidad. Además, destaca la ventana de motivos circulares en el fondo, cuyo patrón hipnótico refuerza el carácter simbólico de la escena: la vida es un ciclo, y la muerte es la única certeza inquebrantable.
Reflexión atemporal
Aunque esta obra fue creada en el siglo XVI, su mensaje sigue vigente en la actualidad. La codicia y la búsqueda desenfrenada de riqueza han marcado la historia de la humanidad, y la pintura de Provoost nos recuerda que, al final, ni el oro ni el poder pueden evitar lo inevitable. Su composición, su simbolismo y su riqueza técnica la convierten en una pieza fundamental del arte flamenco y en una de las representaciones más inquietantes de la relación entre el dinero y la muerte.
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Hoy, El avaro y la muerte sigue fascinando a quienes la contemplan, ofreciendo una advertencia que resuena más allá de su tiempo: aquellos que hacen tratos con la muerte no solo firman su propio destino, sino el de toda la humanidad.
Con información de HA!
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