El rascacielos que nunca fue, pero influyó en la historia
Este ambicioso proyecto, ideado por el artista y arquitecto constructivista Vladímir Tatlin.

En plena competencia entre el capitalismo y el comunismo, la arquitectura no se quedó al margen del conflicto ideológico. Frente a los rascacielos occidentales, que glorificaban el poder del mercado, la Unión Soviética buscó responder con su propia versión del progreso: el Monumento a la III Internacional. Este ambicioso proyecto, ideado por el artista y arquitecto constructivista Vladímir Tatlin, nunca se concretó, pero dejó una huella imborrable en la historia del arte y la arquitectura.
Un sueño de acero y cristal
Encargado en 1919, el monumento pretendía ser la expresión arquitectónica del nuevo orden comunista. Tatlin diseñó una torre helicoidal de acero y vidrio que superaría en altura a la Torre Eiffel y que, además de ser la sede de la Internacional Comunista, funcionaría como un calendario viviente: cuatro estructuras girarían a distintas velocidades (anual, mensual, diaria y horaria), simbolizando la dinámica del tiempo y la revolución en constante movimiento.
El interior del edificio estaba concebido como un faro del pensamiento comunista. Restaurantes marxistas, oficinas de telégrafos (el “internet” de la época) y pantallas gigantes que hoy recordarían al estética cyberpunk de Blade Runner formaban parte del concepto.
Un monumento a la utopía
El proyecto, sin embargo, nunca se llevó a cabo. A pesar de su audaz visión, la falta de recursos económicos en la recién nacida Unión Soviética hizo inviable su construcción. Tatlin, quien defendía la idea de que el arte debía participar activamente en la vida y en la construcción del mundo, vio cómo su gran obra quedaba en simples maquetas. Aun así, su influencia se esparció por generaciones.
La Torre Tatlin se convirtió en un símbolo de la vanguardia, inspirando a arquitectos y artistas que también soñaron con lo imposible. Al igual que el Dune de Jodorowsky en el cine, este monumento no vio la luz, pero sus ideas perduraron y dieron forma a futuros experimentos arquitectónicos.
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En la historia del arte y la arquitectura, algunos proyectos fracasan en su ejecución, pero triunfan en su legado. La Torre Tatlin es uno de ellos: una utopía arquitectónica que nunca se construyó, pero que sigue inspirando a quienes buscan desafiar los límites de la realidad.
Con información de HA!
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