Dalí y el sueño de una espiritualidad científica
A simple vista, esta obra rompe todos los esquemas del arte religioso tradicional.

En 1954, Salvador Dalí pintó una de sus obras más desconcertantes y fascinantes: Crucifixión (Corpus hypercubus). Con una técnica impecable al óleo y dimensiones imponentes (194.5 x 124 cm), esta pieza forma parte hoy de la colección del Museo Metropolitano de Nueva York. Sin embargo, más allá de su valor estético, la pintura es un manifiesto visual del llamado “misticismo nuclear”, una corriente que solo podía surgir de la mente del genio excéntrico que fue Dalí.
La crucifixión sin dolor
A simple vista, esta obra rompe todos los esquemas del arte religioso tradicional. Jesús aparece flotando en un espacio geométrico complejo: un hipercubo o teseracto —una figura de cuatro dimensiones, tan abstracta como el propio concepto de la Santísima Trinidad. El cuerpo de Cristo levita sin heridas, sin clavos, sin corona de espinas ni una sola gota de sangre. Dalí elige representar la espiritualidad desde una visión científica y casi onírica, alejándose por completo del sufrimiento físico que caracteriza la imaginería cristiana.
Influencias del pasado y del presente
Esta reinterpretación mística y matemática de la Crucifixión tiene raíces en varias fuentes. Por un lado, está su propia obra anterior Cristo de San Juan de la Cruz (1951), en la que ya comenzaba a explorar una visión más conceptual y elevada del sacrificio divino. Por otro lado, su admiración por los maestros del barroco español —Velázquez, Zurbarán y Murillo— se hace evidente en el uso del claroscuro, la composición clásica y el tratamiento de los pliegues y las figuras.
A los pies del crucificado, aparece Gala, su esposa y eterna musa, vestida al estilo clásico. Dalí la presenta como una especie de María Magdalena que representa —según sus propias palabras— la unión perfecta entre la geometría abstracta del hipercubo y el plano humano del cubo.
La Judea catalana y el ajedrez cósmico
El fondo, como en muchas otras obras de Dalí, es un paisaje de Cadaqués, su tierra natal, convertida aquí en una especie de Judea catalana. El suelo, con apariencia de tablero de ajedrez gigante, añade una dimensión simbólica: la vida como una partida estratégica entre lo divino y lo humano.
Un cuadro, una influencia inesperada
Como dato curioso (y polémico), esta obra era la favorita de Ayn Rand, autora de novelas como La rebelión de Atlas, y defensora del objetivismo, una filosofía individualista que ha sido ampliamente criticada. Algunos sugieren que Corpus hypercubus influyó en la construcción visual de su universo literario.
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Crucifixión (Corpus hypercubus) es más que una pintura religiosa: es un experimento visual en el que Dalí fusiona teología, ciencia y geometría en un solo gesto artístico. Su Cristo no sufre; trasciende. Y en esa levitación sin dolor ni sangre, tal vez Dalí nos invita a contemplar lo sagrado no desde la pena, sino desde el misterio.
Una espiritualidad salida de un sueño lúcido... o de la mente más lúcida del surrealismo.
Con información de HA!
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