Demócrito entre sombras y sonrisas en el Museo del Prado
Ribera, maestro del tenebrismo y el naturalismo crudo, pintó esta obra hacia 1630, probablemente en Nápoles.

En una de las salas del Museo del Prado, en Madrid, una figura harapienta y sonriente nos observa desde el lienzo con una expresión tan viva como desconcertante. Es uno de los llamados “filósofos mugrientos” de José de Ribera, una serie de cuadros barrocos que representa a sabios de la antigüedad con apariencia de mendigos. La obra, un óleo de 125 x 81 cm, ha sido atribuida durante siglos a Arquímedes por los instrumentos matemáticos que sostiene, como el compás y los papeles con dibujos geométricos. Sin embargo, hoy se considera que el verdadero protagonista es otro: Demócrito, el filósofo que ríe.
Ribera, maestro del tenebrismo y el naturalismo crudo, pintó esta obra hacia 1630, probablemente en Nápoles, donde vivía y trabajaba. Su estilo consistía en dotar a figuras históricas, religiosas o mitológicas de una humanidad palpable, utilizando como modelos a personas comunes, hombres de la calle que podrían haber sido encontrados en una taberna o un rincón cualquiera de la ciudad. De ahí ese realismo impactante, esa suciedad que parece casi tangible y ese rostro que podría haber pertenecido a un vecino del propio Ribera.
La identificación de Demócrito viene no solo por la sonrisa, sino también por su filosofía: la risa como sabiduría. “La risa torna sabio”, solía decir. Para él, la alegría era el objetivo más alto de la vida, y se burlaba de la ignorancia del mundo con carcajadas constantes. Frente al dolor existencial tan presente en otros pensadores, Demócrito apostó por el gozo intelectual y vital.
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Lo interesante es que este estilo de representar a sabios como mendigos no era un capricho aislado. En la Italia del siglo XVII, era casi una moda entre ciertos círculos cultos: mostrar a los grandes pensadores de la antigüedad no como figuras idealizadas, sino como hombres pobres, pero ricos en ideas. Un reflejo barroco, en toda regla, de que la apariencia no lo es todo y que la sabiduría puede esconderse incluso bajo harapos.
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