¿Cuál es el impacto psicológico del acné en mujeres adultas?
El acné en mujeres adultas es una condición cada vez más común que puede comenzar en la adolescencia o aparecer por primera vez después de los 25 años.

CIUDAD DE MÉXICO.- El acné en mujeres adultas es un problema dermatológico que cada vez se presenta con mayor frecuencia. Lejos de ser exclusivo de la adolescencia, esta condición puede mantenerse en la adultez o incluso aparecer por primera vez después de los 25 años. De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud (NIH), esta afección no solo afecta la piel, sino también la calidad de vida y el bienestar emocional de quienes la padecen.
Crece el número de mujeres adultas con acné: causas, tipos y diagnóstico
Los especialistas en dermatología y endocrinología han identificado múltiples factores detrás de este tipo de acné, entre ellos, los cambios hormonales, la predisposición genética y ciertos elementos del entorno, como el estrés o la dieta. A diferencia del acné juvenil, el que aparece en mujeres adultas tiende a ser más complejo, ya que requiere un enfoque de tratamiento más personalizado.
Según el NIH, existen tres tipos principales: el acné persistente, que continúa desde la adolescencia; el tardío, que comienza en la adultez, generalmente por desequilibrios hormonales; y el recurrente, que reaparece después de un periodo sin brotes. Esta clasificación ayuda a entender mejor las distintas formas en que se manifiesta la enfermedad y cómo abordarla adecuadamente.
Localización, síntomas y diferencias con el acné juvenil
El acné en mujeres adultas se presenta principalmente en la parte inferior del rostro, en un patrón en forma de “U” que incluye mandíbula, mentón y zona perioral. Las lesiones suelen ser inflamatorias, con pápulas y pústulas de intensidad leve a moderada. En algunos casos, pueden dejar cicatrices permanentes, lo que afecta tanto la estética como la salud emocional de las pacientes.
Además, la piel en la adultez tiende a ser más sensible, lo que dificulta el uso de ciertos tratamientos tópicos convencionales. A diferencia del acné adolescente, que aparece más comúnmente en la frente y el tronco, el adulto se concentra en mejillas y mandíbula. Esto se debe en gran parte a las diferencias hormonales que influyen en cada etapa de la vida.
La testosterona y la dihidrotestosterona (DHT), hormonas andrógenas, estimulan las glándulas sebáceas y aumentan la producción de sebo, favoreciendo la aparición del acné. También influyen otros cambios hormonales relacionados con el ciclo menstrual, el embarazo, la menopausia o el uso de anticonceptivos con progestina. Incluso el estrés, al elevar los niveles de estas hormonas, puede empeorar los brotes.
Relación con enfermedades, dieta y factores externos
El síndrome de ovario poliquístico (SOP), una condición médica común en mujeres, es una de las principales causas del acné adulto debido al hiperandrogenismo. En estos casos, el tratamiento suele incluir anticonceptivos hormonales combinados y medicamentos antiandrógenos como la espironolactona, que han demostrado ser efectivos para controlar los síntomas.
La alimentación también desempeña un papel relevante. Estudios publicados en la revista JAMA indican que consumir productos lácteos, azúcares y grasas saturadas puede aumentar el riesgo de acné. Estos alimentos elevan la insulina y el factor de crecimiento IGF-1, lo que a su vez incrementa la producción de sebo e inflamación en la piel.
Durante la pandemia de COVID-19, el uso prolongado de mascarillas provocó un aumento de los casos de acné, especialmente entre mujeres y adolescentes. El calor, la humedad y la fricción debajo del cubrebocas contribuyeron a obstruir los poros y dañar la barrera cutánea, agravando los brotes existentes o provocando nuevos.
Evaluación médica y enfoques de tratamiento
Para diagnosticar correctamente el acné en mujeres adultas, se requiere una evaluación médica detallada. En casos donde se sospecha de desequilibrios hormonales, los expertos recomiendan exámenes de testosterona total y libre, así como sulfato de dehidroepiandrosterona (DHEAS). Una ecografía transvaginal también puede ser útil para observar posibles irregularidades en los ovarios.
El tratamiento, según el NIH y la AE-PCOS Society, debe ser escalonado y adaptado a cada caso. Puede incluir desde terapias tópicas y antibióticos orales, hasta tratamientos hormonales, dependiendo de la severidad de las lesiones y las causas subyacentes. La elección del tratamiento también debe tener en cuenta la sensibilidad de la piel adulta.
Un enfoque integral es fundamental, ya que el acné no solo es un problema estético. Muchas mujeres adultas que lo padecen enfrentan consecuencias emocionales importantes, como ansiedad o depresión. De hecho, los expertos aseguran que el impacto psicológico de esta afección puede compararse con el de enfermedades crónicas como la diabetes o el asma.
Impacto emocional y salud mental en pacientes
La salud mental es un aspecto que no debe pasarse por alto en el tratamiento del acné. Estudios como el de Oxford Academy muestran que las mujeres con acné asociado al SOP reportan niveles más altos de angustia emocional, lo que refleja la necesidad de una atención médica que incluya apoyo psicológico.
El estrés no solo afecta el estado emocional, sino que también influye directamente en la piel. Al aumentar las hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol, se pueden desencadenar brotes más severos, creando un ciclo difícil de romper entre el estado emocional y la salud cutánea.
En conclusión, el acné en mujeres adultas es una condición compleja que requiere atención multidisciplinaria. Comprender sus causas, tipos y efectos ayuda no solo a encontrar tratamientos más efectivos, sino también a reducir el estigma social y mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen.
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