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AMLO une a la oposición

La estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador siempre ha sido la de dividir y fracturar a la oposición.

La estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador siempre ha sido la de dividir y fracturar a la oposición. A toda, no sólo a la partidaria, sino también a la que se encuentra en el ámbito de los medios de comunicación, del periodismo, de la academia y los intelectuales, o de las organizaciones civiles en general. La premisa es que la fuerza del gobierno depende de mantener divididos a los opositores.

Sin embargo, esta estrategia está teniendo efectos contrarios, como se puede comprobar con la discusión sobre la iniciativa de la reforma eléctrica, en la que antes de que llegara a la Cámara el gobierno intentó dividir a los diputados, convocándolos a “rebelarse” contra sus partidos para poder obtener la mayoría calificada que requería.

Pero, en lugar de una fractura, lo que surgió de aquí fue una oposición más sólida que votó en bloque contra la propuesta del presidente, lo que no había sucedido antes. Se puede hablar de que surgió esta vez una “nueva oposición” que no solamente la integran los partidos (PAN-PRI-PRD-MC), sino un conjunto de voces que se manifestaron en contra de la reforma.

Surgió una oposición más encarnada en la sociedad y que tiene una fuerte presencia en los medios que han resistido los embates de la presidencia, en el ámbito académico y de manera destacada en los circuitos de las redes sociales, desde donde se cuestionó amplia y documentadamente los puntos débiles de la propuesta del presidente. No es la vieja y tradicional oposición, es otra, más vertebrada y sólida.

Por eso no es casual la virulenta respuesta que el mismo López Obrador y Morena han promovido contra los que rechazaron su propuesta, acusándolos de “traidores a la patria”, incitando a un linchamiento público y a un desprestigio que busca frenar el avance y empañar el “éxito” que tuvieron los partidos opositores.

Pero no será tan simple revertir los efectos que va a tener el voto de rechazo en la Cámara de Diputados. Entre ellos, por ejemplo, el que de aquí en adelante habrá un presidente más acotado y más vigilado por la oposición en general que es, en realidad, el mensaje más importante que no le gusta a la presidencia y a los morenistas más exaltados.

Porque lo que antes de la votación se veía sólido y en ascenso, hoy en cambio se ve débil y resquebrajado, un partido sin líderes o ideólogos, con una base social que actúa a partir de instrucciones que bajan desde la presidencia de la república. El debate sobre la reforma fue un espejo de un partido deshilachado, siempre al borde de la violencia, actuando con rabia y con odio hacia sus adversarios, utilizando el insulto como argumento.

Con un dirigente como Mario Delgado que juega un papel instrumental, que obedece órdenes y opera las campañas sucias más absurdas y descabelladas, que salta sobre la legalidad y, lo más importante para todos aquellos preocupados por el futuro de la democracia en México, que utiliza prácticas antidemocráticas y violentas de manera sistemática.

Todos estos días quedó en evidencia que Morena es un partido “coyuntural”, una amalgama de intereses y posturas que buscan halagar y rendir pleitesía al señor que dirige los destinos del país, una pedacería de posturas que oscilan entre el nacionalismo más chato y algunos credos religiosos, fascinados ambos con la manipulación de las masas.

El temor es llegar así a la elección presidencial de 2024, con la fuerza de su líder principal en declive y en un estado de ánimo en donde empieza a imponerse el “hartazgo” del obradorismo. El voto en contra de la reforma eléctrica es parte de ello. No es sólo la reforma en sí misma, es el hartazgo frente al uso faccioso de la presidencia y los desplantes autoritarios de López Obrador.

La sensación general es que el sexenio ya terminó y ninguna de las propuestas o reformas emblemáticas de AMLO han fructificado: desde la venta del avión presidencial hasta ahora con la votación de la reforma eléctrica, pasando por el aeropuerto de Santa Lucía, el combate a la corrupción, el abatimiento de la pobreza y varias más. Ningún logro sustantivo.

La narrativa de AMLO se está desmoronando. La lucha feroz y violenta contra los opositores ya no tiene efecto, como quizás la tuvo al principio. Los responsables del mal gobierno no están en el pasado, sino en un experimento populista fallido que en mal momento adoptó López Obrador.

Hay una parte de la sociedad más libre y más lúcida que está actuando más decidida contra la amenaza del populismo, y es la que está propiciando y exigiendo que los partidos de oposición respondan para parar el proyecto fallido de la 4T. ¿Lo harán?

*El autor es analista político

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