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Las campañas negras contra los chinos

Decir que la comunidad china ha contribuido como pocas al desarrollo y prosperidad de Mexicali en particular y de Baja California en general es cosa bien sabida.

Decir que la comunidad china ha contribuido como pocas al desarrollo y prosperidad de Mexicali en particular y de Baja California en general es cosa bien sabida, pero lo que menos se sabe es que también sufrió el embate de los prejuicios contra sus integrantes en la primera mitad del siglo XX, sobre todo a principios de la década de los años treinta de la centuria pasada. El ejemplo mayor es Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, otro gobernante impuesto desde la ciudad de México, quien llega con la misma cantaleta: la mexicanización forzada, epidérmica, que no atiende las causas de fondo, de los bajacalifornianos que tienen que sobrevivir sin vías de comunicación al interior del país.

En noviembre de 1931, Agustín Olachea Avilés, otro gobernador venido del centro del país, le toca enfrentar la más precaria situación económica de la entidad. A partir de 1932, la ola de choque de la depresión irrumpe en Baja California y si a ella sumamos que en 1933 la ley seca es abrogada en los Estados Unidos, esto significa que hasta los negocios ilegales dejan de ser rentables y de ofrecer los dividendos (vía impuestos y sobornos) de épocas anteriores.

Al mismo tiempo, para apoyar aún más a los mexicanos, comienza una campaña antichina (anticonstitucional y discri¬mina¬toria en todos sentidos) que busca apoyar a los comerciantes nacionales en competencia con los comercios y comerciantes asiáticos. Su lema es el mismo de la época del general Rodríguez: “Por la patria y por la raza”, que contiene obvios tintes discriminatorios. Un periódico como Avante (dirigido por Luis G. Beltrán y Manuel J. Aguilar) de Ensenada se lanza a una campaña donde patria y consumo se equiparan con lemas como: “No le compre al chino, compre usted al mexicano”.

El periodista Enrique Goldbaum, de origen judío y que es más sensible a los abusos por cuestiones de raza, es testigo de actitudes intimadatorias por parte de asociaciones como la Cámara de Comercio o el Club Mutualista, impidiendo que la gente compre en los comercios chinos al poner guardias blancos frente a los mismos. Estos individuos no dejan que los habitantes de Tijuana y Ensenada compren con los comerciantes asiáticos y cuando Goldbaum intenta tomar fotografías de tales actos de intimidación lo golpean y lo amenazan de muerte con pistola en mano.

Y esta no es una campaña de unos cuantos comerciantes mexicanos que quieren, por las malas, sacar de la competencia al comercio chino, pues la campaña antichina (que también se extiende a Sonora y Chihuahua) es instigada directamente por el gobierno federal, que cree que la nación es una sola y que sus miembros poseen idénticas características raciales, olvidando que México es mestizaje en marcha, crisol de identidades. Es importante señalar aquí que esta campaña no tiene otro blanco que a la población china y no se ataca al resto de los grupos extranjeros. Esto es porque los chinos son, en ese momento, un factor de peso, por su número y por su capacidad de trabajo, en el comercio local. Una competencia que se quiere anular con leyes discriminatorias y no con trabajo honesto. Detrás de la campaña antichina está un patrioterismo ramplón pero también un programa gubernamental que no toca ni un pelo al comerciante extranjero blanco pero se ensaña con los asiáticos.

El general Olachea, David Zárate y muchos elementos importantes de la sociedad bajacaliforniana lanzan sus ataques contra la comunidad china. Los periodistas hacen lo mismo: después de todo ésta es un blanco fácil y ningún interés federal, municipal, gubernamental o privado, está en entredicho del lado mexicano. Es una campaña sin efectos secundarios y aplaludida por el resto de la sociedad, ya que de esa manera –como los judíos en la Alemania nazi– se crea un chivo expiatorio idóneo al cual echarle todas las culpas, al cual cargarlo con la entera responsabilidad del mal funcionamiento de la Baja California de ese entonces.

Pero en Mexicali, esta campaña no toma fuerza como en Ensenada. Y es que los mexicalenses saben que esta visión centralista de los gobernantes que vienen del sur del país no coincide con su propia opinión sobre la comunidad china. Y los chinos mexicalenses saben, a la vez, que ese tipo de campañas en su contra sólo son una cortina de humo para tapar la ineficacia de los gobernantes mismos para procurar, a la población en general, los medios de subsistencia que requieren.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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