Un edén acuático y terrenal
El ecoturismo y el turismo de bienestar forman parte del ADN de este destino.
Las bellezas naturales y la calidez de su gente, por todo lo anterior, no extraña que Belice ha ido escalando peldaños a pasos agigantados en la escena turística mundial.
Si bien, hasta hace poco no se hablaba tanto del país vecino, cada vez son más los viajeros mexicanos que están optando por ir a descubrir sus múltiples tesoros.
Para empezar, el Arrecife de Belice está a pocos kilómetros de su costa y forma parte de la mayor barrera mesoamericana, sólo superada por la Gran Barrera de Coral de Australia. Se trata del hogar de cientos de especies de coral y peces, y se ha convertido en imán tanto de biólogos como de amantes del turismo sostenible, al albergar más de 500 especies de peces, así como tortugas, delfines, manatíes y coloridos corales.
Sus aguas cristalinas son perfectas para practicar buceo o snorkel en puntos estratégicos que permiten explorar la vida marina sin dañar los arrecifes y ecosistemas. Incluso, quienes buscan emociones más fuertes, se aventuran a nadar con tiburones nodriza.
Un imperdible en el destino es el Gran Agujero Azul, un sumidero submarino de unos 300 metros de diámetro y 120 de profundidad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se ha convertido en todo un ícono y es posible admirarlo y fotografiarlo desde las alturas al sobrevolar el área a bordo de una aeronave.
Con sus atolones, cayos, reservas marinas y pintorescos poblados, Belice no se cansa de capturar la atención de viajeros e incluso, sus bellísimos paisajes, son fuente de inspiración.
Cuenta la leyenda que Cayo Ambergris -isla que alberga a la famosa ciudad de San Pedro- fue apodada como "La Isla Bonita" desde el lanzamiento de la canción de Madonna en los años 80, pues los lugareños afirman que el tema describe el mágico sitio.
Más allá del mar, este país centroamericano, invita a reconectar con la naturaleza en sus bosques, selvas y montañas.
Los fans del turismo de aventura pueden explorar cuevas como la de Crystal, Río Frío o San Herman, en donde se practica tubing por un arroyo y se observan desde estalactitas y estalagmitas hasta artefactos mayas. No faltan los rincones para deslizarse por una tirolesa o pasear entre cascadas o a bordo de un kayak.
Sin embargo, los amantes de la cultura también alimentarán su hambre viajera en sitios como Xunantunich, un yacimiento arqueológico de la cultura maya; o bien, practicando turismo comunitario. Una opción es aprendiendo más sobre el mundo del cacao y el chocolate, con los miembros de una comunidad maya; otra alternativa es tocar los tambores y bailar a ritmo de "punta" con los garífuna.
Esta es apenas una probadita del festín que ofrece un destino al que, sin duda, siempre habrá que volver por más.