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Así fue la toma de la Alhóndiga de Granaditas en 1810

Los insurgentes eran tantos, que las autoridades locales optaron por refugiarse en un recinto colosal conocido como la Alhóndiga de Granaditas.

En el marco de la celebración guanajuatense por la conmemoración de la toma de la inmensa Alhóndiga de Granaditas en 1810 que años después fue un paso importante para la Independencia de México.

Este evento importante marcaría los primeros días de los insurgentes de Miguel Hidalgo, quienes en su paso a conseguir un país más justo en la Nueva España, lucharon en Guanajuato frente a las fuerzas armadas españolas.

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Primeros días de la rebelión

Encabezado por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende, el movimiento fue creciendo su ejercito con el paso a varios pueblos, en donde bastantes campesinos fueron uniéndose a la lucha, Guanajuato fue el primer estado de la república que sentiría su presencia tras el levantamiento en Dolores.

Abriéndose paso por Celaya y San Miguel El Grande, las fuerzas insurgentes se acercaban a Guanajuato, sumando prácticamente 50 mil personas dentro de su ejercito.

A su llegada a Guanajuato, un punto clave al ser considerada una ciudad rica, llena de recursos y crucial estratégicamente hablando, los insurgentes eran tantos, que las autoridades locales optaron por refugiarse en un recinto colosal conocido como la Alhóndiga de Granaditas.

En ese momento, el edificio funcionaba como almacén de granos con una estructura robusta, con paredes de piedra y un diseño simple pero monumental. Hoy en día, es un museo que preserva su historia y la memoria de los eventos importantes que ocurrieron en su interior, incluidos los momentos decisivos de la Guerra de Independencia.

Llegada a la Alhóndiga de Granaditas

El 28 de septiembre de 1810, el ejército insurgente, compuesto en su mayoría por campesinos armados con herramientas de trabajo, llegó a Guanajuato y exigió la rendición de los realistas. Juan Antonio Riaño, intendente de la ciudad, rechazó la propuesta y se preparó para defender la fortaleza. La batalla fue feroz, con los insurgentes tratando de abrirse paso a través de la resistencia.

Los insurgentes insistían en abrir las puertas del histórico edificio y la leyenda popular cuenta que un minero conocido como El Pípila jugó un papel crucial al cargar una losa de piedra en su espalda para protegerse de las balas mientras avanzaba hacia la puerta de la Alhóndiga. Con una antorcha, incendió la entrada, permitiendo que los insurgentes irrumpieran en la fortaleza, aunque no se sabe con seguridad si esta es la verdadera historia.

El final de la batalla

Después de su entrada al imponente recinto, los insurgentes arrasaron con las fuerzas españolas, provocando una brutal masacre que dejó a los líderes, Hidalgo y Allende expectantes ante un ejercito con demasiado coraje acumulado y una furia motivada por años de opresión, los cuales no podrían controlar con facilidad.

La batalla dejó un saldo increíblemente violento, dejando cientos de muertes para ambos bandos, con todas las familias que estaban resguardadas en la Alhóndiga siendo asesinados brutalmente.

Miguel Hidalgo, horrorizado por la masacre, decidió no continuar su marcha hacia la Ciudad de México, lo que, según algunos historiadores, pudo haber cambiado el curso de la guerra si hubiese procedido​.

La mayor consecuencia inmediata llegó para los españoles quienes habían perdido Guanajuato a apenas 12 días de comenzada la rebelión y quienes se dieron cuenta de la increíblemente violenta guerra que se avecinaba.

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