Todo lo que debes saber sobre la ADX “Supermax”, la cárcel en la que podrían recluir a “El Chapo”
En el mundo carcelario hay presos que plantean riesgos particulares. Y después está el “Chapo”, que es un caso aparte.
Joaquín Guzmán tiene una historia de fugas sin paralelo, que incluye dos escapadas de prisiones mexicanas de máxima seguridad antes de una nueva captura y su extradición a Estados Unidos.
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Por ello, tras su convicción del martes y su casi segura condena a cadena perpetua, muchos se preguntan adónde será alojado este traficante todopoderoso habituado a hacer fugas dignas de un Houdini.
Los expertos tienen pocas dudas del lugar donde “El Chapo” cumplirá condena: la ADX “Supermax” de Florence, Colorado, que alberga a algunos de los delincuentes más conocidos del país. Es una instalación tan segura y aislada que le dicen “la Alcatraz de las Montañas Rocosas”.
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El “Chapo”, condenado el martes por encabezar una de las mayores redes de tráfico de drogas del mundo, “encaja perfectamente en ese penal”, afirmó Cameron Lindsay, quien dirigió tres prisiones, hoy jubilado. “Me sorprendería mucho que no fuese enviado a la ADX”.
Se encuentra en una vieja ciudad minera unas dos horas al sur de Denver y aloja a los criminales más violentos del país. Unos 400 reos se pasan 23 horas en solitario todos los días, en celdas de 2,1 por 3,7 metros (7 x 12 pies), con muebles de cemento inamovibles.
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Ted Kaczynski, conocido como Unabomber, y el conspirador del 11-S Zacarias Moussaoui son algunos de sus reos. Guzmán, cuya sentencia se conocerá en junio, sobresaldría entre todos ellos, por la magnitud de sus delitos y por sus fugas del pasado, que han adquirido contornos casi míticos.
En el 2015 se escapó de la cárcel de máxima seguridad del Altiplano en el centro de México. Se comunicó con sus cómplices por semanas a través de un teléfono celular y se fue por un hueco debajo de la bañadera, se montó en una motocicleta que lo esperaba y recorrió un túnel de un kilómetro y medio (una milla), hasta la libertad.
Se especula que pagó a muchos guardias para que hiciesen la vista gorda, lo mismo que habría hecho en una fuga del 2001 en la que fue sacado del penal escondido entre ropa sucia.
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“Seguro que hubo colaboración desde adentro”, afirmó Mike Vigil, ex agente de la Administración de Control de Drogas (conocida como DEA, por sus siglas en inglés) que trabajó en forma encubierta en México. “No hay duda de que la corrupción facilitó esas dos fugas espectaculares”.
¿Puede fugarse de la Supermax? Difícilmente.
Los reos en la Supermax se pasan años aislados y a menudo están días enteros “casi sin hablar con nadie”, señaló un informe de Amnistía Internacional. Un ex reo, entrevistado por The Boston Globe, describió el sitio como “una versión del infierno de alta tecnología, pensada para anular toda percepción sensorial”.
La mayoría de los presos de la Supermax tienen un televisor. Su único contacto con el mundo exterior es una ventanita de 10 centímetros (cuatro pulgadas). El diseño de las ventanas impide que se den una idea de en qué parte del penal se encuentran. El contacto con otras personas es mínimo. Reciben la comida en sus celdas, donde comen a escasa distancia del inodoro.
La cárcel está protegida por alambradas con cuchillas y torres de vigilancia, patrullas armadas y perros.
“Si hay un penal a prueba de fugas, es el de Florence”, manifestó Burl Cain, director por mucho tiempo de una prisión de máxima seguridad en Angola, Luisiana. “Es LA cárcel de todas las cárceles”.
La estadía de Guzmán en Nueva York a la espera de su juicio, que duró tres meses, estuvo rodeada de grandes medidas de seguridad, que reflejaron el riesgo que representa. Fue alojado en solitario en un pabellón de alta seguridad del Centro Correccional Metropolitano de Manhattan, que ha albergado a terroristas y mafiosos.
Las autoridades cerraban el paso al Puente de Brooklyn cada vez que trasladaban al “Chapo” al tribunal de Brooklyn donde fue juzgado. En la operación participaban unidades especiales SWAT, ambulancias y helicópteros. Los alrededores del tribunal eran patrullados por agentes armados y perros que detectan explosivos. A Guzmán se le prohibió incluso abrazar a su esposa.
En la Supermax, eso no sería un problema ya que todas las visitas son sin contacto físico y hay siempre un grueso panel de plexiglass entre el reo y el visitante.
“Con excepción de los guardias, pueden pasar años sin que los presos tengan contacto con otro ser humano”, indicó el informe de Amnistía Internacional.