Los bebés estadounidenses que el gobierno de EE.UU. expulsa a México
Son bebés nacidos en Estados Unidos, pero el gobierno de ese país decidió expulsarlos a México bajo una orden emitida por el gobierno de Trump que aún sigue vigente en la administración de Biden.
Todo el que nace en Estados Unidos es automáticamente ciudadano de ese país.
Pero eso no impidió que el gobierno de Washington expulsara a México a varios bebés nacidos en Estados Unidos.
Abogados de inmigración consultados por BBC Mundo dan cuenta de al menos 10 casos de mujeres que entre junio y diciembre de 2020 fueron expulsadas de EE.UU. pocos días después de cruzar la frontera con sus hijos recién nacidos en suelo estadounidense.
Pero estos sospechan que el número puede ser mucho mayor, pues advierten que ocurren de forma expedita y sin que intervenga ayuda legal.
BBC Mundo entrevistó a dos familias y confirmó que sus hijos recibieron papeleo en el hospital que demuestra que nacieron en Estados Unidos.
Ambas reclaman no haber tenido opción ni tiempo de obtener el certificado oficial de nacimiento ante las autoridades.
Las mujeres fueron sujetas a una orden de bloqueo fronterizo del gobierno de Donald Trump que la administración de Joe Biden aún no ha rescindido.
Consultado sobre estas denuncias, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) dijo no contar con cifras sobre mujeres retornadas a México tras haber parido en EE.UU.
En un comunicado, la agencia insistió: "El cuidado de quienes están bajo nuestra custodia es de suma importancia".
Cristal es una de esas mujeres. La hondureña de 29 años está actualmente en una casa en condiciones paupérrimas en México con su hija estadounidense de tres meses.
La joven compartió su historia con BBC Mundo.
El 8 de septiembre salí de Honduras embarazada y con mi niña de seis años y mi niño de nueve. Era yo la única adulta que los llevaba.
En Honduras teníamos una situación de pandillas muy difícil y no quería que a mi hijo lo empezaran a querer obligar a entrar cuando cumpliera los 11 o 12 años.
También pasábamos demasiado trabajo con el dinero, allá todo es carísimo y cada bocado tienes que medirlo muy bien.
Mi esposo es ciudadano estadounidense y hondureño y nuestra meta era juntarnos con él en Estados Unidos.
Ginger Cline, abogada de la organización Al Otro Lado, que representa a Cristal, explica que la pareja había introducido una petición al gobierno de EE.UU. para reunirse legalmente y que, por errores técnicos, como incumplir con la entrega del papeleo exacto necesario, fue rechazada.
"Es increíblemente difícil navegar el sistema migratorio de este país sin ayuda. Ahora estamos en el proceso de que Cristal obtenga el certificado de nacimiento de su bebé y tenga su entrevista de petición familiar en México", dice Cline.
Cuando me veían con los niños caminando rumbo a México, me daban raite (un aventón) y también me permitían quedarme a dormir en algunas casas.
Cuando llegué a México, no estaba informada todavía y solo me dijeron que si cruzaba con los niños y estando embarazada, podía quedar adentro. Y eso fue lo que hice.
Intenté cruzar tres veces, y las tres veces me devolvieron para México en un poco rato; la primera vez en menos de una hora y sin preguntarme si estaba bien o si quería pedir ayuda.
Yo solo les decía que mi esposo era ciudadano y que los niños eran sus hijos, pero me decían que eso no era suficiente para quedarnos.
Siempre me tomaban las huellas, me registraban los zapatos y me preguntaban por dónde había cruzado y si iba con coyote o sola.
Cristal fue sometida a una orden llamada Título 42, emitida en marzo de 2020 por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU.
Esta orden permite que el gobierno tome acciones para prevenir el contagio de la covid-19. Bajo esta medida, los agentes de inmigración pueden "expulsar" rápidamente a los inmigrantes que entran en EE.UU. sin autorización, en lugar de darles acceso a un protocolo legal para que soliciten alguna protección o asilo.
Sin embargo, la orden no aplica para personas bajo consideraciones humanitarias o de salud pública, según el gobierno.
El presidente Joe Biden pidió una revisión del Título 42, aunque sigue en efecto.
Casi 450.000 personas han sido expulsadas de la frontera sur de Estados Unidos bajo esta orden entre marzo de 2020 y enero de 2021, según cifras oficiales.
Cuando intentábamos cruzar, les llevaba unos burritos a los niños y un tambo de agua que nos tenía que rendir.
La segunda vez, el 26 de noviembre, caminamos mucho desde las11 de la noche. Yo ya iba con 8 meses de embarazo.
Empezamos a subir y bajar cerros con los niños y logramos llegar bastante adentro, hasta que nos agarraron.
Cuando llegamos a donde nos iban a retener me desmayé. El de la patrulla nos decía que si éramos vulnerables, para qué cruzábamos.
Nos tomaron las huellas y nos devolvieron otra vez a El Chaparral, en México.
Los niños siempre lloraban y venían tristes cuando nos regresaban porque creían que iban a poder ver al papá.
El tercer y último intento de cruzar lo hago ya la primera semana de diciembre cuando ya empezaba a sentir los dolores del parto.
Ese día mi hijo mayor me dijo que cruzáramos el muro. Me animé porque lo único que pensaba es que quería llegar, que mi hija naciera allá y llegar donde mi esposo.
Cruzamos por un sitio donde no había que escalar tanto, pero justo antes de cruzar el muro rompí fuentes.
Igual decidí cruzar y arrastrarme porque casi no podía con el dolor.
El guardia de la patrulla fronteriza estaba en el carro y no me vio cuando crucé. Estaba frente a la patrulla tirada en el suelo porque ya no aguantaba.
Los niños tuvieron que tocarle la puerta del carro para que se diera cuenta porque estaba con el teléfono.
Le dije que había reventado fuente y en seguida llegó una ambulancia.
Me empezaron a desnudar ahí, me subieron a una camilla y me dijeron que a los niños los iban a separar de mí, que por el covid-19 no podían llevarlos conmigo al hospital.
Pregunté para dónde se los iban a llevar y ellos me respondían con un: 'No te preocupes, estarán bien'.
Les dije que su papá era ciudadano y les di el número de teléfono, pero no lo llamaron.
A mis hijos los vi y les dije que tarde o temprano iba a llegar por ellos. A mi hijo grande le dije que cuidara a su hermanita y que fuese fuerte.
Me subieron a la ambulancia y vi cómo se quedaban ahí sentados los niños mientras me alejaba.
"Nunca había visto algo así", dice el abogado Luis González, de Jewish Family Service, quien representa a dos familias expulsadas que lograron volver a entrar a EE.UU. bajo una figura de emergencia humanitaria.
"Es una situación inhumana... Regresar a una mujer que acaba de dar a luz con un ciudadano estadounidense bebé y ponerlos en una situación de peligro", denuncia.
González indica que las familias que atiende tenían temor de volver a las ciudades fronterizas de México por la situación de inseguridad e insalubridad en los refugios.
Uno de sus clientes, Alexi Santiago, le contó a BBC Mundo que a su esposa la expulsaron aún cuando en el hospital le habían dado cita en los días siguientes para revisar su estado de salud después del parto. A Santiago lo separaron de su esposa en el momento del parto, lo expulsaron, y esperó tres días en Tijuana sin saber nada de ella.
"Regresar a México a un bebé sin más que los documentos del hospital donde nació es como devolver a un bebé apátrida" y eso puede complicar su acceso a la salud y a la educación, advierte Ginger Cline, abogada de Cristal.
Fueron como 15 minutos de trayecto hasta el hospital.
El parto fue un poco largo, esta muchachita me hizo sufrir un poco.
Eran como las 7 de la noche cuando me ingresaron y la parí de manera natural a las 4 de la madrugada del 9 de diciembre.
Desde el momento en que estuve ingresada no supe de los niños.
Nunca estuve sola; había agentes de inmigración al otro lado de la cortina de la habitación donde parí.
En la noche me estuvieron monitoreando y preguntaba si podía saber de mis hijos. Una de las empleadas del hospital le preguntó a migración en inglés y dijeron que no podían dar datos.
Toda la noche estuve con esa agonía y desesperación.
Un policía de inmigración en un momento entró en la habitación y me preguntó por qué crucé. Me habló tranquilo primero.
Yo no le quise responder. Y él empezó a preguntarme si quería que mi hija fuese americana. Después dijo que los hondureños solo venían a destruir el país y que éramos unos malditos ladrones.
Me empecé a poner un poco nerviosa porque me seguía diciendo cosas.
Cuando más me alteró fue cuando dijo que a mí y a la niña nos iba a dejar en la línea(la frontera) y que a mis hijos no los volvería a ver porque se los entregaría al papá.
Me puse muy nerviosa y arranqué a llorar hasta que él se fue al ver que la médica llegaba.
Cuando me dieron el alta dos días después, una de las doctoras me entregó los documentos de la niña y me los guardé debajo del suéter.
Un funcionario me pidió que me alistara y le pregunté para dónde íbamos y si me iban a llevar con mis hijos. Me respondió que sí y que no podía decirme a dónde íbamos.
Me montaron con la bebé en la 'perrera', un carro encerrado que ellos tienen como para los criminales.
Iba viendo por la ventana por dónde íbamos hasta que abrieron la puerta y escuché que alguien les dijo a mis hijos que yo estaba en el carro.
Corrieron y me abrazaron, empezamos a llorar los tres.
Pero el niño grande dice, 'nos van a llevar donde mi papi'. Ellos venían con esa ilusión.
Los miré que les habían cambiado la ropa. Les pregunté por qué tenían ropa que no era de ellos, que no era abrigada.
Estando en la hielera (como llaman informalmente a los centros de procesamiento de migrantes en la frontera), los habían llevado a otro lado a bañarse con agua fría porque supuestamente tenían piojos y hasta chinches.
Yo les dije que trataran de olvidarse de eso, que no les afectara. Y que a ver cómo le hacíamos.
Le dije a mi hijo que no creía que nos llevarían donde su papá porque no nos habían contactado con él.
Finalmente llegamos a El Chaparral (Tijuana) y los niños se pusieron a llorar.
Le dije al funcionario que por qué iba para México, por qué no nos daba la oportunidad de pedir asilo y de que mi esposo nos peleara.
La verdad,no queríamos caminar para adelante (hacia México).
Eran las 7 de la noche cuando volvimos y yo llevaba el teléfono descargado y no traía ni un quinto.
Nos agarró la que trabajaba en migración de México y después de pedirnos los documentos nos dijo que nos iba a dejar ir esta vez pero que si volvía a pasar por ahí, me podían quitar a los niños y deportarme.
Yo solo agaché la cabeza, no pude contener las lágrimas.
Nos pusimos a pedirles a unos señores que pasaban que nos regalaran algo para el pasaje.
Uno nos regaló seis dólares.
Cuando el papá puede, me envía dinero. Y conseguí que me ayuden con los pañales y la leche de la bebé, porque con todo lo que pasé no me bajó mucha leche.
Con apenas 9 días de parida, nos corrieron de la casa donde estábamos. Así salí a buscar una casa que tuviera un precio cómodo.
En esta se moja un poquito el techo pero no es mucho. Vivimos con otras dos familias.
A mi casa en Honduras ya no puedo ni volver. Se llenó de agua con el huracán y perdí casi todo.
Mis hijos no están estudiando ahorita y andan todos delgados, pero sé que en Honduras no había futuro para ellos.
Mi esposo se ha sentido bastante decepcionado. He tratado de darle ánimos y de decirle que piense en los niños y que no se deje caer.
La fuerza de él son los niños.
* Ilustraciones de Cecilia Tombesi
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