Cercano a la víctima y sin antecedentes ni patologías: Así es el perfil de los agresores sexuales
La violencia sexual es un delito que no ha dejado de aumentar.
La violencia sexual es un delito que no ha dejado de aumentar desde que se dispone de estadísticas oficiales en España, según el Informe sobre delitos contra la libertad e indemnidad sexual en España 2019 del Ministerio de Interior. En 1989 se registraron 5 770 denuncias, mientras que en el año 2018 se habían más que duplicado alcanzando la magnitud de 13 782. El 80 % correspondían a los delitos más agravados (agresión y abuso sexual).
No obstante, la cuantificación de este fenómeno está alejada de su presencia real, ya que la tendencia a denunciar la violencia sexual es todavía muy baja. Se estima que de cada 100 agresiones sexuales solo se denuncian 12. El resto quedan silenciadas como nos indican algunas fuentes.
En España se gestó un movimiento de intolerancia social hacia este grave problema, una reacción que ha sido alimentada tanto por el tratamiento recibido por determinados casos y su percepción por la opinión pública como por la existencia del movimiento de mujeres y la cuarta ola del feminismo.
El papel jugado tanto por la opinión pública como por parte del movimiento organizado de mujeres en España, y también a nivel mundial, junto al uso de las herramientas digitales como mecanismo político, han apoyado la construcción de un relato crítico y menos tolerante con la cultura de la violación que impera en la sociedad y en nuestras representaciones culturales.
Es en este contexto y bajo la influencia de la cruenta agresión conocida como “caso San Fermín 2016” donde nace el grupo SEXVIOL, del cual formamos parte las firmantes de este texto. Desde esta interpelación social distintas investigadoras, sacudidas por la noticia, fueron tejiendo una pequeña red de debates sobre la gravedad del suceso, el desarrollo del proceso judicial y sus resonancias mediáticas, adoptando un compromiso activista con vistas a contribuir al conocimiento científico de las violencias sexuales en España.
Este grupo de investigación inició en 2017 un proyecto de trabajo con dos objetivos: conocer la incidencia estadística de las agresiones sexuales en España y explorar las características de esta forma de criminalidad mediante un análisis de contenido de sentencias judiciales relativas a este tipo de agresiones.
El pasado diciembre SEXVIOL presentó en la I Jornada Científica sobre Investigación e Intervención sobre violencia sexual en España los resultados preliminares de Violencia Sexual en España, informe de su
incidencia mediante el análisis de fuentes estadísticas y jurídicas, un trabajo del que ahora mismo está disponible el acceso al Resumen Informe Ejecutivo y que en breve será extensible al estudio completo.
Shutterstock / Marcos del Mazo
178 sentencias analizadas
En este primer informe, SEXVIOL presenta los resultados derivados del análisis de 178 sentencias emitidas por la Audiencia Provincial de Madrid entre los años 2016 y 2018, sentencias todas ellas asociadas a procesos de enjuiciamiento de agresión sexual. Algunas de las principales conclusiones que se extraen de esta investigación son las siguientes:
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En más del 80 % de las agresiones sexuales existía previamente algún tipo de vínculo entre víctima y victimario. En el 17,4 % de los casos el vínculo era íntimo (pareja o expareja). A su vez, los victimarios desconocidos representan el 19,1 % de las agresiones sexuales.
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Las viviendas son el lugar donde se cometen la mayoría de las agresiones sexuales (60,1 %), seguidas del espacio público (20,2 %).
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El uso de armas únicamente aparece en un 13,5 % de los casos de agresión sexual enjuiciados.
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En el 90 % de las agresiones no se emplea violencia física extrema. En un 4,6 % de las sentencias las víctimas presentan lesiones graves o mortales; más de la mitad de los casos reportaron lesiones físicas leves (51,5 %); por su parte, en un 31,5 % de los casos analizados no se identificaron lesiones físicas.
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La hora del día en la que se producen las agresiones sexuales es irrelevante: un 45,2 % tuvieron lugar de día frente al 54,8 % que ocurrieron de noche.
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La violencia sexual es violencia de género, ya que el 95,5 % de las víctimas de las agresiones sexuales eran mujeres. El 99,4 % de los victimarios son hombres.
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Los agresores sexuales no siempre responden a un patrón antisocial o patológico. De hecho, un 70,2 % de los victimarios no contaban con antecedentes penales de ningún tipo y solo un 1,7 % de los procesados tenían antecedentes por agresión sexual.
No ataca violentamente de noche
Estas conclusiones nos conducen en una doble dirección. Por un lado, nos llevan a desmentir el mito consistente en presentar la violencia sexual como el asalto de un agresor desconocido, con un perfil patológico, que ataca violentamente en la noche, en un lugar aislado y por sorpresa. La víctima se defiende tenazmente y, en consecuencia, la agresión causa heridas, traumatismos o muerte [Estrich (1987): Real Rape].
Por otro, contribuyen a visibilizar, sensibilizar y concienciar en torno a este tipo de agresiones, un camino que se construye mediante la producción de conocimiento científico contrastado que pone luz a la oscuridad generada por los mitos agazapados bajo estereotipos.
Ahora bien, las víctimas nos apelan. Debe seguir trabajándose en políticas públicas que prevean servicios de acompañamiento, asesoría jurídica y atención especializada que atiendan los daños físicos, psicológicos, sociales y afectivo-sexuales que causan estas agresiones. Asimismo, es esencial educar, en tanto que la educación siempre es la mejor prevención. Educar tanto en el ámbito afectivo sexual como en la construcción de masculinidades igualitarias.
Nadie está libre de sufrir violencia sexual y nadie es prescindible en el trabajo para su erradicación.
Empar Aguado Bloise, Profesora del Departamento de Sociología y Antropología Social - Integrante del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres (IUED), Universitat de València y Tania García Sedano, Magistrada Suplente y Profesora Asociada de Derecho Penal, Universidad Carlos III
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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