Cómo 2022 mostró la importancia del centro político en los países de América (aunque se hable más de la polarización)
Los electores volátiles, que evitan ubicarse en la izquierda o derecha, han sido el fiel de la balanza en las elecciones de la región. ¿Qué buscan?
Olvida por un momento la tan mentada polarización: el año 2022 mostró la importancia que tiene el centro político a lo largo de América.
El mensaje surgió desde las urnas en países donde había crecido la conflictividad en los últimos tiempos.
En las elecciones celebradas este año en dos de las tres mayores democracias latinoamericanas, Brasil y Colombia, los votantes centristas fueron decisivos.
Si bien en ambos países triunfaron candidatos de izquierda, como Luiz Inácio Lula da Silva y Gustavo Petro, lo hicieron después de apelar a la moderación contra rivales considerados más extremistas.
En Chile votaron ampliamente contra un cambio de constitución que, según expertos, fue visto como demasiado radical y poco representativo de todo el rango de opinión política del país.
Incluso en las elecciones de mitad de período de Estados Unidos en noviembre, los políticos moderados vencieron a candidatos con posiciones polémicas y extremas que eran apoyados por el expresidente Donald Trump en estados clave.
"Hay desencanto con la política tradicional, pero al mismo tiempo la gente no está dispuesta a ir a los extremos", dice Michael Shifter, expresidente de Diálogo Interamericano, un centro de análisis hemisférico basado en Washington, en diálogo con BBC Mundo.
"La venia del centro"
Las encuestas en América Latina muestran que entre 40% y 50% de la población regional se ubica en el centro político, mientras que el resto se inclina a la izquierda o derecha.
Este panorama se ha mantenido sin grandes cambios pese al colapso de partidos y candidaturas centristas en varios países de la región en años recientes.
"La población está en el centro, pero no encuentra partidos políticos que la representen", observa Shifter, profesor de Estudios latinoamericanos en la Universidad de Georgetown. "En Brasil, Colombia y Chile la gente ya no se identifica con los partidos tradicionales de centroizquierda o centroderecha".
Frente a este fenómeno, Lula apostó a tejer alianzas más allá de su Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), que incluyeron a su exrival de centro derecha Geraldo Alckmin como su candidato vicepresidencial, para derrotar al presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
En la segunda vuelta de octubre, Lula recibió el apoyo de los candidatos centristas que habían quedado en tercer y cuarto lugar, y de expresidentes como el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso que vieron en Bolsonaro una amenaza a la democracia.
Todo esto fue crucial para que los votantes de centro inclinaran la balanza a favor de Lula, quien venció a Bolsonaro por una pequeña diferencia (50,9% contra 49,1%) y se apresta a volver el 1º de enero a la presidencia que ejerció entre 2003 y 2011.
"Lula nunca fue un radical en el sentido estricto del término. Fue y es un deshacedor de entuertos", dijo el expresidente uruguayo José Mujica a BBC Mundo la noche en que su amigo fue electo otra vez presidente de Brasil.
En Colombia, el exguerrillero y economista Petro se convirtió en el primer presidente de izquierda en la historia del país en su tercer intento y cuatro años después de perder estrepitosamente las elecciones anteriores.
Para ello también miró al centro: moderó su discurso, formó una coalición de fuerzas alternativas ante la crisis de la clase política tradicional, aseguró que evitaría el rumbo de la vecina Venezuela (a su presidente, Nicolás Maduro, llegó a asociarlo con "la política de la muerte") y anticipó que nombraría al centrista José Antonio Ocampo ministro de Hacienda.
Así, el exalcalde de Bogotá sumó en el balotaje de junio 2,7 millones más de votos que en la primera vuelta para derrotar al derechista Rodolfo Hernández, a quien muchos vieron como un advenedizo más imprevisible y menos preparado para gobernar que su rival.
La historia se ha repetido con frecuencia en la región desde que varios países recuperaron la democracia hace aproximadamente 35 años.
"Ha habido un poco más de 100 elecciones desde la transición en América Latina y si uno mira la totalidad de ellas se da cuenta de que en realidad tanto la derecha como la izquierda, que son las que polarizan y llevan los temas, siempre necesitaron el centro político para ser elegidos", señala Marta Lagos, directora de la encuesta regional Latinobarómetro.
"A medida que se ponían menos radicales, tenían la venia del centro", dice Lagos a BBC Mundo.
Un voto volátil
La crisis de representación que se agudizó en tiempos recientes en América Latina también ha abierto espacio para la llegada al poder deoutsidersde la política.
Esto fue evidente en la otra elección celebrada este año en el continente: en Costa Rica, el economista Rodrigo Chaves fue electo presidente en abril con un discurso antiestablishment y pese a que era casi desconocido en la política de su país.
El escenario en toda la región es propicio para que surjan populistas "disfrazados de centro y de moderados", advierte Lagos, y explica que el desplome de los sistemas partidistas dejó un electorado más volátil, difícil de predecir hasta para las encuestadoras.
"Antes era posible identificar de qué lado estaba el centro. Ahora eso ya no sucede porque el centro ya no busca una ideología ni un tema valórico, sino que busca la solución de los problemas", dice.
Y la paciencia de los electores con sus gobernantes también parece haberse acortado.
De hecho, en 2022 la regla en Latinoamérica siguió siendo la rotación en el poder. En las últimas 14 elecciones presidenciales libres que se completaron en la región desde 2019, el voto fue por cambiar al partido en el gobierno.
Esto produjo a su vez una ola de triunfos de izquierda en el subcontinente, cuya duración es incierta.
La imprevisibilidad del electorado latinoamericano se reflejó en Chile en septiembre, cuando el 62% de los votantes rechazaron el texto de una nueva constitución redactado por una convención y apoyado por el presidente Gabriel Boric, un izquierdista que apenas seis meses antes había asumido como joven líder del clamor por profundas reformas.
Entonces hubo muchos votantes de Boric que se opusieron al texto constitucional y una sensación de que la propuesta "no era para todos y estaba pasada de la raya", dice Lagos desde Santiago.
Enseguida, Boric anunció un cambio de gobierno con la entrada de la centroizquierda tradicional a su gabinete y pidió iniciar otro proceso constituyente en el Congreso, donde ya hubo un acuerdo básico refrendado por 14 partidos.
El objetivo es someter un nuevo proyecto de constitución a un plebiscito ratificatorio en noviembre de 2023.
Para el año próximo también hay elecciones presidenciales previstas en tres países de la región: Paraguay (abril), Guatemala (junio) y Argentina (octubre).
Las preguntas ya asoman: ¿continuarán los triunfos de la izquierda? ¿O comenzará un giro político hacia la derecha?
Pero algo parece seguro desde ahora: la marea silenciosa de centro volverá a ser clave en las urnas.
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