Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / notamigracion

La Frontera Invisible

Enfurecidos por la derrota del Real Madrid frente al Maccabi de Tel Aviv en la final del principal torneo europeo de basquetbol, unos 18 mil españoles escribieron mensajes bárbaramente antisemitas en sus cuentas de Twitter. Un mes antes, en el estadio del club de futbol Villarreal en un despliegue de racismo, un aficionado le aventó un plátano al defensa brasileño del Barcelona, Danny Alves, que es negro. Alves respondió al insulto pelando el plátano, dándoles una mordida e inspirando a muchos otros atletas famosos, hombres y mujeres de todas las razas y nacionalidades incluyendo por supuesto a muchos españoles, a solidarizarse con Alves comiendo plátanos como parte de una campaña publicitaria cuyo lema fue “somos todos macacos”. Y mientras esto sucedía en España, en Estados Unidos las declaraciones racistas del dueño del equipo de basquetbol Clippers de Los Ángeles, provocaban una condena sin precedente en la historia de ese deporte. En una conversación grabada por una mujer inicialmente identificada como la novia del octogenario Donald Sterling, éste le reclamaba que invitara a sus amigos negros a los partidos de los Clippers y que sus fotografías con atletas negros famosos aparecieran en los medios sociales. Aunque por ahora la batalla legal está en todo su apogeo, las declaraciones racistas de Sterling podrían costarle el veto de por vida en actividades relacionas con ese deporte y una multa de dos y medio millones de dólares que se utilizarían para financiar proyectos que combatan la discriminación y la intolerancia. Si no fuera porque los Clippers son solo uno de los múltiples negocios de la familia Sterling cualquiera diría que su reacción fue inaudita en tanto que la inmensa mayoría de los atletas que forman el equipo y la liga son negros. La posible explicación sería que para Sterling más que personas los jugadores eran tan solo piezas de un tablero generador de riqueza para él y para ellos. Pero no vaya usted a pensar que la intolerancia, los prejuicios raciales, la misoginia, el fanatismo religioso prospera únicamente en estos países. En Pakistán intentaron asesinar a una joven llamada Malala porque asistía a la escuela y soñaba con tener los mismos derechos que los hombres en su país. En Líbano, Pakistán e Irak, Sunnis y Shiítas se matan en una guerra fraticida. En Egipto, Guinea Bissau y el Congo, casi la mitad de la población ven a los cristianos como sus antagonistas. En los territorios palestinos y en Afganistán 4 de cada diez personas justifican los bombardeos suicidas. En los países predominantemente musulmanes, las mayorías piensan que los occidentales son violentos, ambiciosos, fanáticos, egoístas, inmorales y arrogantes. En Cisjordania y Gaza es difícil encontrar alguien que no tenga encono contra los judíos y también en el resto del Medio Oriente y Norte de África. Mientras que en los países de Occidente, las mayorías piensan que en los países musulmanes no se respeta a la mujer, que no se cultiva la tolerancia, la generosidad y la honestidad. En América Latina el panorama antisemítico no es alentador. En Panamá, por ejemplo, según una encuesta de la Liga Antidifamación, más de la mitad de la población adulta tiene actitudes antisemitas, piensan que los judíos son más leales a Israel que a Panamá y ocho de cada diez piensan que los judíos tienen mucho poder en el mundo de los negocios. Colombia y República Dominicana, donde cuatro de cada diez tienen actitudes antisemitas. En Venezuela, tres de cada diez son antisemitas y en México dos y fracción. Habría que destacar, sin embargo, la ausencia de incidentes antisemitas en cualquiera de estos países, no así en Estados Unidos donde el sentimiento antisemita es mucho menor, no llega a uno de cada diez, pero donde sí se han dado incidentes violentos contra judíos. El mundo entero está lleno de individuos solitarios, miedosos y a menudo violentos que sienten, piensan y actúan así porque responden a una enredada visión del mundo en la que se entremezclan la historia, la naturaleza humana, la sociedad y los valores o prejuicios individuales. En casi todo el mundo hay leyes que castigan los prejuicios y la discriminación pero las leyes nada pueden hacer para erradicar la mentalidad que sostiene a los intolerantes. Solo la reprobación moral de los amigos, de los parientes, de los compañeros de trabajo y de los vecinos a quien que expresa sentimientos racistas, antiislámicos, antisemitas y misógenos puede ayudar a desterrar estas actitudes. *El autor es analista político. Estudió Filosofía en la UNAM. Actualmente escribe en 19 periódicos de 12 países.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados