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Peras al olmo

En memoria del Prof. Dionisio Hirales Dice Gabriel Trujillo: "Siempre estamos contando historias nuestras o de otros" y así es: Yo, desde que inicié esta hermosa tarea de escribir, hace más de 70 años, la he dedicado a contar historias tanto de personajes destacados de la Entidad, incluyendo la narración de hechos de mi larga existencia, de los que he sido testigo o protagonista, que son historia. Viene al caso lo anterior por mi amplia biografía escrita por Gabriel Rivera en 'El Mexicano', a la que me he referido en anteriores columnas. Relata el historiador mencionado mis actividades efectuadas en Tijuana desde 1939, cita nombres de personas importantes que conocí y dice que en 1950 ya me encontraba en el Valle de Mexicali como maestro rural, pero sin dejar mi labor literaria de poeta, periodista y declamador. Al respecto, repito lo que he expresado en el sentido de que me considero un ser afortunado, porque la suerte o circunstancias me llevaron a situaciones que no soñaba, porque desde niño fui de carácter introvertido, cuya timidez me acompañó por largos años, como lo dice Trujillo en su autobiografía, que al conocerme en 1982 noto en mí esa timidez; sin embargo, al revisar mi amplia biografía yo mismo me asombro al constatar que, de humilde maestro rural que era, participe en la creación del Sistema Estatal de Educación y de la Sección 52 (hoy 37) del SNTE, así como en la Asociación de Escritores de BC, desempeñando en las dos últimas organizaciones, puestos directivos del gran responsabilidad. En el primer caso, el hecho de ser declamador en los actos cívicos del municipio, contribuyó a que muchos compañeros maestros de la recién fundada Sección Sindical, se picaron en mí y me eligieron para que formara parte de comités directivos (delegacional y seccional) y en esta interesante tarea como dirigente de organismos importantes como los citados, tuve la suerte de tener excelentes maestros que me quieren en mi trabajo especial de dirigente: En la Asociación de Escritores tuve de tutor y guía a Rubén Vizcaíno y en el campo magisterial al profesor Dionisio Hirales, los que como compañeros en la misma función, se convirtieron en grandes, entrañables amigos. Ambos, lamentablemente han fallecido, pero su recuerdo continuará viviendo en la sociedad bajacaliforniana que recibió los bienes de sus aportaciones sociales, intelectuales y educativas. Sus obras trascendentes los hace vivir en la memoria histórica de esta generosa tierra bajacaliforniana. Al primero, Vizcaíno, además de que la UABC lo honró poniendo su nombre a una de sus instalaciones en la ciudad de Tijuana, donde vivió sus últimos años, el Cecut le erigió una estatua. A mi amigo Nicho Hirales, sus compañeros maestros, agradecidos por las conquistas sindicales que logró en su favor, impusieron su nombre al edificio sindical que se construyó en su gestión de dirigente de la Sección 52 (hoy 37 del SNTE) y le rindieron homenaje póstumo de cuerpo presente en dicho edificio. Nos conocimos en los años 50 y en el comité que dirigió lo acompañé como miembro del mismo y, al concluir nuestra labor sindical, me invitó a colaborar en la Escuela Secundaria Estatal No. 5 que fundó y dirigió, y de la que fui subdirector de 1970 a 1984, en que me jubilé. La prensa ha detallado los demás puestos que desempeñó y creó, como el Issstecali, la Escuela de Policía. Fue un gran amigo y compañero que recuerdo con mucho cariño porque libramos varias batallas juntos. Descanse en paz quien con sus hechos escribió una historia que me place contar. El autor es escritor.

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