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Peras al olmo

Comunicar es ilustrar... 1 Una columna que titulé "La prensa educa", que está en mi libro "Crónicas fronterizas", se refiere a la importancia del periodismo que, a la vez que informa, educa, enseña a la sociedad. Ese valioso servicio logra no sólo la prensa escrita sino la comunicación en general, siempre que leemos un diario o escuchamos un programa en televisión, aprendemos algo útil en la vida. Por eso digo que comunicar es ilustrar. Expondré algunos ejemplos al respecto, empezando por las últimas columnas escritas por Antonio Magaña, antes de suspender por algún tiempo su tarea informativa para atender otra responsabilidad mayor, en la que espero tenga el éxito que espera y merece, en bien de la comunidad a la que desea seguir sirviendo como su representante. El miércoles 3 de febrero, en su columna "El disco duro" se refiere a la tercera edad de las personas, en la que, dice, "la gente no se declina con la edad mental, sólo les toma más tiempo para recordar hechos" y pone el ejemplo de que a veces el que está en esa tercera edad suelen ir a otra habitación en busca de una cosa y al llegar olvida qué cosa iba a buscar. Esto es cierto y lo digo por experiencia propia, aunque ya pasé de la tercera edad y estoy en la cuarta, con 89 años de edad, como señala Magaña en la siguiente columna del miércoles 26 de febrero, atendiendo a una carta muy ilustrativa que le envió la señora Esperanza Garza, al afirmar que cuando pasamos de los 80 años entramos a la cuarta edad y empezamos a sufrir una serie de limitaciones, porque, expresa, hemos pasado "Horas, días y meses desgastando la vida, muchas veces en la inconsciencia". Esto es cierto y, al respecto recuerdo que el 2011 publiqué "Poemas de la Senectud. Saber envejecer", en el que cito algunos consejos para lograr llegar a tener larga vida, según mi experiencia personal, adquirida en mi tercera edad que viví sin muchos problemas, porque llevé una vida sin excesos; conservé en toda mi juventud mi peso normal, porque hacía deporte y siempre estaba en actividad física y mental. Quienes me conocieron entonces, coinciden en señalar que fui una persona alta y delgada. Una regla dice que sin actividad se atrofian los músculos y acaba más pronto con la vida. Volviendo a las columnas de Magaña, dice en la primera que "los investigadores expresan que el proceso de desaceleración del cerebro no es el mismo que el cognitivo", lo que pasa es que se llena de información (de sabiduría, diría yo) y funciona más lento, es decir, nos cuesta más trabajo recordar lo que sabemos. Eso me pasa a mí con frecuencia: Se me olvidan nombres de personas y de cosas, y al rato los recuerdo; he conocido tanta gente en mi larga vida, que es imposible recordar los nombres de todos y eso me pasa las veces que salgo de casa: me encuentro siempre a personas que me conocen y yo no recuerdo sus nombres hasta que me los dicen. Retornando a la misiva de la señora Esperanza Garza, afirma otra verdad que estoy constatando, dice: "Con la cuarta edad (en la que estoy), se llega a la dependencia"; es decir, en muchas actividades que antes hacíamos nosotros solos, ya no las podemos realizar sin la ayuda o apoyo de otras personas, generalmente familiares o sirvientes, empezando con el bastón, sin el cual no podemos caminar solos; la andadera o, en el peor de los casos, la silla de ruedas. Por suerte, en todos los sitios donde vamos hay rampas y lugares exclusivos para minusválidos, que somos una gran parte de la población que pasamos de los 80 y los 90 años de edad. Aun así, la vida es hermosa y vale la pena vivirla con sacrificios y haciendo algo útil como escribidor. El autor es escritor.

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