La Verdad Sea Dicha
Tiene espinas el rosal Una vez un viejo político, que no un político viejo, preguntó quién podría ser el candidato ganador de su partido. Un alto dirigente le contestó: El señor X sería un buen candidato. A lo que el viejo político le respondió: quiero un candidato ganador, no un buen candidato. ¿Qué significa eso? Estar en una disyuntiva, pues no es lo mismo un candidato que pueda ser bueno, conocido en su partido, con años de militancia, contra aquel capaz de tomar delantera en las elecciones externas, en donde mide su calidad del conocimiento y capacidad para debatir y que cuenta con calidad moral para la defensa de la propuesta, generalmente degradas en cuanto a la línea entre lo que se dice y lo que se hace. En ese escenario de fortaleza o vulnerabilidad se encuentran los candidatos y por supuesto los partidos a los que representan. Por eso, el gran reto en esta ocasión es saber si los dirigentes y representantes de estas instituciones políticas tendrán la capacidad de observar los diferentes perfiles que ayuden a obtener el triunfo. Seguramente evaluarán trayectorias y la forma en que los aspirantes a las candidaturas han construido su ideología y cómo son vistos por los ciudadanos, cómo los reciben en lugares públicos, además de las encuestas. Desde hace meses las elucubraciones acerca de qué partido podría ganar las elecciones estatales están a la vista. Luego del proceso electoral federal en donde MORENA, encabezado por el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador arrasó, todo apuntaba que en BC sería lo mismo, pero el tiempo les ha dicho a Jaime Bonilla, candidato único a la gubernatura (no de unidad) y sus seguidores, que no todo está ganado de antemano, a priori, de manera anticipada, o como quieran entenderlo. Las encuestas les demuestran que han ido perdiendo ventajas, que han ido dejando puntos en un sinuoso camino que en cada piedra encontrada les grita que algo está mal, que sus decisiones se han ido descomponiendo, que se han hecho lánguidos sus otrora gritos sonoros que exclamaban que el manto de AMLO les alcanzaría para cubrir a todos los perfiles morenistas. El pueblo malo y el pueblo bueno cabían en la misma esfera, en un principio, pero las cosas han ido variando y eso ha quedado de manifiesto, en las encuestas cuchareadas o reales que igualmente les muestran un pedregoso camino que deben sortear de aquí al 2 de junio. En una reciente encuesta en redes sociales preguntábamos quién creían que ganaría en el segundo distrito electoral, en la contienda electoral externa, no sólo al interior de MORENA, y los votantes participantes decidieron que Fernando Rosales sería el candidato que podría obtener el triunfo hacia afuera, por ser abogado, con participación en la comunidad, por tener manejo en temas legislativos, con un conocimiento jurídico, capaz de debatir en los temas de su especialidad. Estuvo encima de los otros aspirantes que estaban cercanos a MORENA. Más allá de los incipientes resultados de las encuestas, algo deben influir en los señores partidistas que habrán de tomar decisiones. Es aquí donde los partidos deben preguntarse en quién deberán poner las banderas de la representación, si en los que ellos creen por afinidad emocional, por ser quienes siempre han estado de su lado, por ser sus afines. El mismo viejo político me dijo: vale más la bendición que la medición. Y no me gustó. Pero debemos reconocer que los rosales pueden tener espinas y estas podrían picarles, sino los escogen bien. La verdad sea dicha. * La autora es directora del portal MF Noticias Mexicali.
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