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Conciencia Ciudadana

El culto al cuerpo Una realidad de estos tiempos, es la superficialidad en la que vivimos. La mayoría de las personas piensan más en adquirir cosas, estar a la moda, y tener todas las comodidades sin mover un dedo ni molestarse en nada. Una consecuencia de la superficialidad, es el culto al cuerpo, especialmente entre los jóvenes, hombres y mujeres. Esto lo podemos constatar todos los días. Solamente hay que voltear a ver los gimnasios, llenos a reventar; la mayoría, negocio redondo, por las expectativas de quienes buscan tener músculos bien desarrollados, cero grasa en el abdomen, una figura perfecta. Pero en éste culto al cuerpo, no nada más son los gimnasios los concurridos, también los cirujanos plásticos hacen su agosto, con clientela de todas edades: Adultos de ambos sexos, arrugas, grasa, arreglo de nariz…, en aras de una perfección ensalzada por el ambiente y los medios. Es tanta la influencia, que niñas de 15 años, que antes soñaban con su Misa para agradecer a Dios el cumplirlos, y gozar de su fiesta, hoy piden a sus padres invertir ese dinero en ponerse senos, nalgas, lo que haga falta, con la idea falsa de que con éstos atributos van a valer más, ser felices y conquistar a más hombres. Lo triste es que hay padres que las complacen, aun a costa de arriesgar su salud. Y no es que aspirar a tener un cuerpo atractivo sea malo, lo que si lo es, cuando eso es lo principal o lo único, descuidando otros valores, como son, tener trato amable, conversación inteligente, cultura general, sencillez y deseos de superación. Por otro lado, se olvida que nuestro cuerpo, por más bien formado que lo tengamos, es algo pasajero, las circunstancias de la vida, por ejemplo la maternidad, y la edad, lo van deteriorando, algo completamente natural. Y qué nos queda? Solo el atractivo de nuestro ser interno, nuestras cualidades, y todas esas virtudes que durante la vida hayamos logrado conquistar. ¡Ahí es cuando descubrimos la verdadera belleza de una persona! Lo material, el cuerpo, se acaba a tal grado, que ese cuerpazo el día en que muere y lo entierran, se lo comen igual los gusanos como a cualquiera. Lo maravilloso es que hay algo en nosotros que no sufre ésta destrucción, que además es nuestra esencia, lo que nos hace estar con vida: Nuestro espíritu. Porque sabemos que no solo somos materia, sino un binomio: materia y espíritu, lo que llaman el alma. Nuestro cuerpo, aun el más perfecto es finito, muere. Lo que no muere y es eterno es nuestro espíritu. Lo paradójico es que siendo lo más importante, lo que no va a morir, lo eterno, por el culto al cuerpo, lo dejemos de lado. Esta semana inicia como cada año el tiempo de cuaresma, tiempo propicio para reflexionar en ésta parte tan importante de nuestro ser. ¿Será nuestra última cuaresma? No lo sabemos, lo que sí, es que Dios de nuevo, nos da la oportunidad de crecer espiritualmente y como persona, así como de prepararnos para el día que El quiera llamarnos a su amorosa presencia. * La autora es consejera familiar.

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