Columna Huésped
Si queremos entender cómo fue que el gobierno del estado de Baja California se involucró en la promoción de las artes y la cultura, primero hay que reconocer que si en la década de los años sesenta del siglo XX, las figuras señeras del arte bajacaliforniano eran gente de edad como Olga Vicenta Díaz Castro, Jesús Sansón Flores, Miguel de Anda Jacobson, Rubén Vizcaíno Valencia, Pedro F. Pérez y Ramírez, Miguel Ángel Millán Peraza, Francisco Bernal y Valdemar Jiménez Solís, así como los historiadores Celso Aguirre, José Valenzuela y Adalberto Walther Meade, una década más tarde, los guías de la cultura de la entidad eran artistas más jóvenes y dedicados a las artes escénicas (como Jorge Esma y Rodrigo Solo), pictóricas (como Carlos Coronado Ortega y Rubén García Benavides) o fotográficas (como la veintena de fotógrafos que constituían el grupo Imágenes y que en estos años logran colarse, como en el caso de Arturo Esquivias, hasta el museo de la fotografía en París). Jorge Esma, por su parte, no era sólo un director teatral sino un promotor cultural multiusos que, ya en el sexenio de Milton Castellanos (1971-1977) se hizo figura imprescindible de diversas actividades artísticas y culturales lo mismo que de la propaganda política del ejecutivo local. Y es que Esma sirvió de eje para una serie de programas estatales y federales que se vieron ampliamente favorecidos por Milton Castellanos: por una parte, los programas regionales del Instituto de Bellas Artes y por el otro la Dirección de Difusión Cultural del gobierno del estado, creándose así las casas de la cultura en Mexicali, Tijuana y Ensenada. El propósito de la Dirección de Difusión Cultural, cuya fecha de inicio de actividades fue el 26 de abril de 1975, es “aprovechar el potencial creativo de nuestro artistas en beneficio de todos y cada uno de los habitantes que integran nuestro estado, para motivar una mentalidad de superación intelectual y el desarrollo de una sensibilidad”. ¿Cómo se logra esto?: fomentando “las artes en todas sus disciplinas”, auspiciando “la investigación en todas las áreas de la cultura y las ciencias de la comunicación social, prestando “servicios de apoyo técnico a los artistas o a los grupos artísticos que lo requieran”, fomentando “la formación y la capacitación de grupos sociales, promotores de cultura y coordinar sus acciones” y promoviendo “actividades artísticas que beneficien en sus programas a los niños, a los estudiantes, a los profesionistas, a los obreros, a los campesinos y a todo el público en general, despertando en ellos la inquietud y el interés por las bellas artes”, además “de asumir la responsabilidad de su tiempo y respetar todas las ideologías para cumplir así con el derecho universal de la libertad de expresión”. Como se ve, el programa de la Dirección de Difusión Cultural, con sede en Mexicali, procura la creación de programas institucionales para satisfacer las necesidades de los diferentes grupos sociales y de las distintas disciplinas artísticas que aquí se practican. Y es un programa que, con distintas pinceladas y matices, ha sido copiado e imitado por los distintos organismos culturales que se han creado en la entidad de 1975 en adelante. Con esta institución se sientan las bases del quehacer cultural como parte de las obligaciones del gobierno del estado. Esta Dirección de Difusión Cultural (hoy Instituto de Cultura de Baja California) fue, desde sus inicios, una piedra fundacional de la promotoría artística y cultural como no se había visto antes y que da inicio a la época de oro del arte bajacaliforniano, sobre todo gracias al Departamento de fomento a las Artes, que buscaba motivar y programar “las actividades de nuestros creadores” en programas para todos los gustos e intereses, en un apoyo irrestricto al talento de los jóvenes creadores e intérpretes de la entidad al abrirles posibilidades de trabajo y estudios, de vida y libertad. El fomento a la cultura surge en el desierto bajacaliforniano a la par de programas habitacionales, proyectos educativos y demás obras públicas, como un reconocimiento a la creatividad de nuestros artistas y a sus logros evidentes en música, teatro, artes visuales y literatura. Una labor que no la crea el gobierno de Milton Castellanos Everardo, ya que éste sólo canaliza el deseo expreso de los propios artistas de la entidad de la mejor forma posible: con libertad, con respeto, con eficacia. Sus frutos, como todos podemos ver ahora, a tantas décadas de distancia, son visibles en todas las disciplinas artísticas. * El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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