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De historia y algo más

Para los ferrocarriles, que necesitaban horarios fiables, esto creaba un enorme problema. “Cincuenta y seis estándares de tiempo se emplean por los distintos ferrocarriles del país”, informó la primera página del New York Times el 19 de abril de 1883. Algo tenía que hacerse, y para finales de 1883 los Estados Unidos, en su mayor parte, estaba operando en cuatro zonas horarias. En pocos años el mundo entero siguió ese ejemplo. Así que es justo decir que los ferrocarriles americanos cambiaron la manera en que el planeta entero manejaba el tiempo. La expansión de los ferrocarriles en los años posteriores a la Guerra Civil sólo hizo que la confusión sobre las zonas horarias locales fuera a peor. Finalmente, en la primavera de 1883, los líderes de los ferrocarriles de la nación enviaron representantes a una reunión de lo que se llamó la Convención del Tiempo del Ferrocarril General. En 1884, y a propuesta del presidente de EE.UU. Chester Arthur, se celebró la Conferencia del Meridiano en Washington, en la que se tomó como referencia para la hora de todo el mundo el Meridiano de Greenwich. El 11 de octubre de 1883, la Convención General del Tiempo del Ferrocarril se reunió nuevamente en Chicago. Y se decidió formalmente que el nuevo estándar de tiempo tendría efecto un poco más de un mes después, el domingo 18 de noviembre de 1883. A medida que se aproximaba la fecha del gran cambio, los periódicos publicaron numerosos artículos explicando cómo funcionaría el proceso. El cambio sólo variaba unos pocos minutos pero tendría muchos beneficios. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, los relojes se retrocederían cuatro minutos. En el futuro, el mediodía en Nueva York ocurriría en el mismo momento que el mediodía en Boston, Filadelfia y otras ciudades del Este. Gran Bretaña y Francia habían adoptado estándares de tiempo nacionales décadas antes, pero como eran países más pequeños, no había necesidad de más de una zona horaria. La adopción exitosa del tiempo estándar en los Estados Unidos en 1883 dio un ejemplo de cómo las zonas horarias podrían extenderse por todo el mundo. Al año siguiente una convención del tiempo en París comenzó el trabajo de designar zonas de tiempo en todo el mundo. El origen de los husos horarios había germinado. La idea de Fleming era sencilla y práctica pero las naciones tardaron más de 40 años en ponerse de acuerdo sobre su idoneidad. Su inventor incluso fue acusado de comunista por su “internacionalismo”. Fleming perseveró y hacia 1929 los principales países del mundo habían aceptado la división del planeta en husos horarios. Hoy en día la mayoría de la gente simplemente da los husos horarios por sentado, y no está de más recordar que fue una solución ideada gracias a la llegada del ferrocarril. Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, decidió atrasar 30 minutos la hora de su país en 2015 coincidiendo con el 70° aniversario de la expulsión de las tropas de Japón de la península coreana. Mientras Venezuela atrasó su horario 30 minutos en 2007 para tratar de aumentar la productividad. Aquí en nuestro país hay mucha resistencia de la población a estos cambios de horario, un senador con muchos argumentos científicos, presentó una iniciativa para que se modifique la constitución y nunca más se cambie el horario en nuestro país. Por eso estamos como estamos. *El autor es ex presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana.

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