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Exégesis

Los politólogos se encuentran desconcertados por lo que denominaría el novelista mexicano Luis Spota, un estilo personal de gobernar, para mí, existen en la balanza actitudes a favor y en contra de la manera con la que los presidentes ejercen su función. Algunos ejercen el encargo como si fueran madres de la caridad y quieren resolver todos los problemas del país con una orden que se da a la manera de una varita mágica, otros consideran a la presidencia de la república como un botín que va a engrosar su ego ya de por sí híper exacerbado. Los hay presidentes de la república autoritarios que disimulan su pasión por el mando, que se sienten capaces de cambiar la historia del país en unos cuantos meses o años si se quiere. Hay otros presidentes que cuando llegan al poder, parece que se transforman, pero no hay cambio, sino que el poder les da aliento para vengarse de quienes en alguna época fueron superior en los cargos desempeñados durante las agitadas labores que el ahora presidente ocupa. Raros son aquellos que, ocupando la primera magistratura del país, en su actuar obran con humildad, alientan la sencillez y la convicción de servir a los ciudadanos. López Obrador es un hombre del pueblo, pero debe cuidar el mareo que produce la alabanza constante de quienes lo rodean. Muy recomendable sería actuar como lo hacía Cicerón el senador romano, que se iba al mercado a dar a conocer al pueblo llano sus proyectos de Ley y a discutirlos con los grupos afines a él, o incluso contrarios para marchar a tono con lo que el pueblo quería. Es necesario que nuestros políticos lean a Zorin, a Maquiavelo, a Jellinek y muy cuidadosamente a Joseph Fouché Duque de Otranto, como camino para lograr esfuerzos que sirven de base para lograr acceder a un régimen democrático, basado en una filosofía humanista que a su vez se proponga servir y no ser servido. Toda esta parrafada tiene por propósito transmitir unas reflexiones para los que aspiran a gobernar a Baja California en el próximo proceso electoral. El poder es violencia que da fuerza, hay que saber controlarlo, si esa fuerza se desborda puede llegar a convertirse en gobiernos fascistas, autoritarios o populistas, todo ello, contrario al sistema democrático que aspiramos, donde los ciudadanos participen en la toma de decisiones fundamentales después de haber reflexionado y no como resultado de una decisión tomada como consecuencia de un impulso emocional, ajeno a la toma de decisiones reflexionadas para lograr un gobierno ecuánime, fundado en un conocimiento pleno de la realidad. Es el momento de la reflexión, queremos un gobernante sencillo, acorde a un pueblo lleno de carencias, fundado en su actuar siempre en un sistema jurídico y de garantías individuales. No queremos un tlatoani por muy amigo o político poderoso que sea. El poder es fuerza legitimada por el derecho, mandar a los demás, es un privilegio que debe ser recibido con humildad, mandar con base en la ilegalidad, sin apoyo de la base social, a la larga causará graves consecuencias. López Obrador se comporta con humildad, postura que esperamos tenga continuidad en todos sus actos de gobierno, cuestión difícil porque no falta el coro de los aduladores que dan al traste con los propósitos de servicio de los gobernantes. *- El autor es catedrático de la UABC.

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