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La Trinidad monárquica

Es insólita la postura de los representantes populares de Morena en la cámara de senadores al calificar en apoyo a López Obrador un desplegado en donde expresan que AMLO.

Es insólita la postura de los representantes populares de Morena en la cámara de senadores al calificar en apoyo a López Obrador un desplegado en donde expresan que AMLO “encarna” a la nación y en consecuencia desechan petición para investigar a su hijo. Además, manifestaron que “Los opositores al presidente buscan detener los avances para darle al pueblo de México un futuro más digno”, y fueron más allá al exclamar que AMLO “encarna a la nación”, “a la patria” y “al pueblo”, que sus opositores, por consiguiente, buscan detener los avances de la 4T y su trasformación. Un hecho inédito al mero estilo priista de la década de los setentas y ochentas. Los representantes populares de Morena y gobernadores refrendaron su respaldo al presidente. Al más rancio estilo de Luis XIV, El Rey Sol, que se interpreta en el sentido de identificar al rey con el Estado, en el contexto de la monarquía absoluta. como si se tratara de una monarquía, le han endosado tres calificativos que lo retratan como un monarca en pleno siglo XXI y nos remontan a la edad media, cuyas posturas absolutistas contrastan con el discurso de AMLO en campaña al declararse como un “demócrata”.

“López Obrador, es la nación, es la patria y es el pueblo”, cómo sí se tratará de la Santa Trinidad” - con todo respeto-, que encarna todo en un sólo dios, exclusivamente mortal, que es el tlatoani. Mientras los representantes populares ven en él, el elegido de dios, en una divinidad, salvador de la gran tragedia que vive México. Lo han erigido como un dios ya que sin su presencia se acabaría el país. Después del 2024 vendrá la cruda, de la borrachera de discursos llenos de oro, mirra e incienso. Que significan, oro por ser rey, mirra por hombre e incienso por ser Dios. Pero que al final del sexenio se hará realidad la vieja conseja de los gobernantes de nuestro país, “después de mi el diluvio” o “sálvese quien pueda”. A los enemigos, el destierro o el cadalso por traidores a la patria. A los amigos corruptos la gracia del poder y las embajadas. Fíjense nada más los “exabruptos de fanatismo” que cometen nuestros “distinguidos” representantes, que no representan a nadie, solo se representan a ellos mismos. Andan levitando, ven un país que no existe, están fuera de la realidad. Esperan en el futuro verse agraciados por el “mesías” por mejores posiciones, sean administrativas o de origen electoral. Han creado una realidad virtual que no existe. Al presidente lo quieren convertir en un dios, en un mesías, en el salvador de la patria, y lo están poniendo y exhibiendo ante la nación como un ser superdotado, fuera de este mundo.

Se le rinde culto como si fuera un dios, nada más falso, es una mentira, es una herejía, él es un hombre de carne y hueso, un mortal, un ser imperfecto, con muchos defectos, por cierto, como todo ser humano. Pero adjudicarle poderes y reencarnaciones de algo que es de los humanos, es un atrevimiento desmedido por parte de quienes dicen representarnos, y en ese sentido, no representan a nadie y menos al pueblo. El pueblo exige soluciones. Soluciones que no ve, solo ve cortinas de humo y convocatorias para reelegirse, sin que nadie se los pida, gastando el dinero, que no es de él, que bien pudiera invertirse en hospitales o en la compra de medicamentos que tanta falta le hacen al país. López Obrador, ganó a la buena con 30 millones de votantes y su período será por casi 6 años, ni un día más. La revocación de mandato existe en varios países del mundo, pero debe ser iniciativa de la sociedad, no del presidente en turno. México requiere de un cambio de timón, o cuando menos, restringir el tono a las agresiones contra todos los actores de la sociedad, llámense empresarios, académicos, científicos, clases medias, periodistas y un etcétera muy largo. El presidente debe convocar al diálogo, hacer una “pausa” a sus agresivas mañaneras y evitar calificativos a sus opositores de ser traidores a la patria, cuando realmente los traidores a la patria son los representantes populares de su partido. Que además invocan y respaldan la trinidad monárquica.

*- El autor es economista egresado de la UABC.

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