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Braulio Maldonado, gobernador

Entre 1953 y 1959, Braulio Maldonado actúa, como gobernador, como si fuera un político radical de oposición y no un mediador entre los distintos y contrapuestos grupos.

Entre 1953 y 1959, Braulio Maldonado actúa, como gobernador, como si fuera un político radical de oposición y no un mediador entre los distintos y contrapuestos grupos: organizaciones de empresarios, migrantes recién llegados y que crean asentamientos irregulares, campesinos en plan de ejidatarios y trabajadores de la entidad. Muchos de estos empresarios muestran una desconfianza permanente ante Maldonado, a quien lo ven con demasiadas simpatías con líderes de la izquierda mexicana como el ex presidente Cárdenas, Narciso Bassols y Lombardo Toledano, a todos los cuales invita a Baja California en varias ocasiones.

Un factor más, tal vez el más importante, es el propio gobernador. Braulio Maldonado ha aprendido, en su larga y azarosa carrera política, a violentar una situación dada para provocar cambios que de otra manera tardarían mucho tiempo en darse o nunca sucederían. Así se maneja desde sus tiempos estudiantiles: a golpe y porrazo. Es diestro en el arte de la agitación, en el “divide y vencerás”, en las negociaciones y las concertaciones desde una posición de fuerza.

Ahora, como gobernador en funciones, Maldonado cree que el voto del pueblo es su mejor garantía para realizar las obras y los cambios que él juzga pertinentes y adecuados para beneficio de la entidad. No necesita, como habría ocurrido en otras etapas de su vida política, del aval del centro del país —con la excepción, claro, del presidente de la república— ni de las opiniones —acertadas o no— de los grupos de poder, la prensa o las agrupaciones sociales y partidistas existentes. Y fue con la prensa donde más choques tuvo durante su mandato. Al menos dos periodistas conocidos, uno tijuanense y otro mexicalense, fueron asesinados durante su sexenio por sus guardaespaldas, los temidos chemitas.

La administración maldonadista, vistos los factores anteriores, tiene innumerables obstáculos a vencer, pero también una gran ventaja; el emporio agrícola, industrial, pesquero, turístico, que es entonces el recién fundado estado, se halla en una de sus mejores épocas. Los años cincuenta representan una época de prosperidad económica y continuo aumento del bienestar social para los bajacalifornianos. En gran medida, la creación de los perímetros o zonas libres en 1937, más el impulso dado a los sectores industriales y de servicios con la Segunda Guerra Mundial y el auge mundial del algodón y demás productos agrícolas de la región, han logrado que Baja California se integre a la economía del sur de California y que su propia economía se desarrolle a un ritmo mayor y con una modernización material y humana no alcanzada en el interior del país. Es de notar aquí que Maldonado, con su conciencia nacionalista y revolucionaria, es un reactivo particularmente poderoso para dar un vuelco en la mentalidad colectiva de los bajacalifornianos, quienes, aunque habían desarrollado un alto sentido nacional y una identidad mexicana sin titubeos ni dudas, reciben buena parte de su información y de su educación ideológica a través de los medios de comunicación estadounidenses y realizan todas sus operaciones monetarias en dólares y no en pesos.

Por otra parte, Baja California era, en sus etapas previas a la estatal, una zona desprotegida de los beneficios (y de los vicios) del aparato social de la federación, de tal suerte que sólo en 1958 se crean en el estado las primeras clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y sólo en 1960 llega Petróleos Mexicanos (PEMEX) a la entidad. Antes de esos años los bajacalifornianos nacían en y acudían a clínicas norteamericanas del sur de California, y la gasolina que circulaba en el estado era estadounidense. Pragmático como es, Maldonado sabe congeniar su celo nacionalista, su visión revolucionaria, su espíritu picaresco y anárquico, sus relaciones de negocios y la lealtad con sus amigos, en una administración que tiene evidentes logros y enormes antagonismos.

Al salir Maldonado del poder, su sucesor, Eligio Esquivel, lo acusó de peculado. En los años sesenta, Braulio se unió a grupos de izquierda campesina a la Rubén Jaramillo y para 1968 fue acusado por la prensa adicta al régimen de Gustavo Díaz Ordaz de ser una de las eminencias grises tras el movimiento estudiantil. Braulio Maldonado, en sus últimos años —murió en Ensenada en 1990— sufrió las mismas persecuciones que en sus años jóvenes. Nunca, sin embargo, perdió la capacidad de supervivencia. Representa, don Braulio, el centro generador que dio esbozo al recién formado estado 29. En sus logros y tropiezos están contenidas las claves políticas de Baja California desde mediados del siglo XX hasta nuestros días.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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