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Liliana Fernández

Con 23 años de edad, cuatro hijos y su esposo, esta joven señora está viviendo en carne propia.

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Con 23 años de edad, cuatro hijos y su esposo, esta joven señora está viviendo en carne propia, la desventaja que significa ser mujer, no tener recursos económicos suficientes, vivir al margen de la pobreza, tener a su esposo radicando en una ciudad diferente de la de ella y sus hijos, solicitar un cuarto de renta después de haber abierto su corazón a un rentero inhumano y abusivo, estar totalmente expuesta e indefensa, y ser atacada por varios sujetos que la violaron tumultuariamente, la golpearon, la quemaron y la tiraron en un lote baldío, como si fuera algo inservible. Pero, lo más grave e inhumano es, si duda alguna, no recibir la atención, la solidaridad, el reconocimiento de sus derechos civiles y humanos, y el respeto y la pronta y expedita investigación que requiere un ataque de esta magnitud, que le dejó el 32% de su cuerpo con quemaduras de primero, segundo y tercer grados. (El Imparcial, 23/6/2022).

Las cosas no fueron diferentes de los ataques fatales recibidos por tantas mujeres objeto de feminicidios. Esta joven señora tuvo que mudarse de ciudad porque su esposo, por motivos de trabajo salió de Nuevo León, donde radicaban, y ella se cambió a Salinas Victoria, a 45 minutos de Monterrey en automóvil, donde rentó un cuarto. El dueño, Eduardo Tamez, la comenzó a acosar desde el primer momento, sin que ella accediera a sus intenciones. Como opuso resistencia este sujeto en compañía de otros dos hombres, la drogaron y cometieron varias tropelías sin que ella pudiera hacer nada. Con el remordimiento procedieron a tirar a Liliana en un lote baldío, sin comprobar que había fallecido, huyendo del crimen. No obstante, ella sobrevivió e interpuso una denuncia de hechos, reclamando justicia y castigo a los culpables, de los cuales dio nombres y señales.

Esta serie de delitos sucedieron el 23 de marzo del presente año y hasta ahora, nada se ha investigado y los agresores siguen tan campantes. Denuncia Liliana Fernández que estuvo en la Fiscalía Estatal de Nuevo León, durante horas, sin que la atendieran. Después decidió que ya no iba a regresar, porque no le hicieron caso. Por su parte, la Fiscalía alega que la joven señora declaró que se había quemado en un incendio de un predio vecino. En otro caso parecido, la señora Sandra García del estado de Jalisco, después de 20 años de sufrimiento, le pidió el divorcio a su esposo, quién días después, la agredió por la espalda primero y después de frente con un martillo, golpeándola nueve veces, encajándole un cuchillo en la espalda. El sujeto fue diagnosticado con un trastorno de ideas delirantes celotípicas agudas por un psiquiatra, quién dijo que también debería recibir un tratamiento a puerta cerrada, por ser altamente peligroso. Sin embargo, ni las pruebas otorgadas, ni las fotografías aportadas fueron suficientes para que la Jueza Padilla Enríquez lo condenara. (Plumas Atómicas).

Estas dos historias de vida nos muestran el estado de cosas en México, respecto a la investigación policial y al proceso judicial y su práctica real. No existe un compromiso institucional ni específico de los agentes impartidores de justicia. La impunidad y el valemadrismo reinan en las agencias investigadoras, y los jueces son indolentes y sentencian con estándares muy livianos y faltos de rigor y lealtad a las leyes nacionales. La inexistencia de una cultura de la denuncia no es producto de la flojera o negligencia de los ciudadanos, es el resultado de la desconfianza en las autoridades de los tres niveles de gobierno, de la corrupción dentro de las agencias policíacas y de las historias negras de los jueces y magistrados del país. Comenzando por los jueces municipales, que atienden asuntos administrativos, y que fueron nombrados por el presidente municipal en turno, sin tener ninguna experiencia en el puesto, y con pleno desconocimiento del Bando de Gobierno local, hasta los altos magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que con la cola que traen se pueden ahorcar en cualquier momento. No hay forma de ordenar este caos y no será en esta ni en las próximas administraciones que se logre. Deberán pasar muchísimos años para ese nuevo día. Vale.

*- El autor es licenciado en Economía con Maestría.

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