El asesino ha muerto
Esta semana murió Luis Echeverría Álvarez, el expresidente de la República más desprestigiado de la historia de México.
Por el derecho a la libertad de expresión
Esta semana murió Luis Echeverría Álvarez, el expresidente de la República más desprestigiado de la historia de México. Él, junto con Gustavo Díaz Ordaz, con el historial más negro y sucio de la historia nacional, planearon, ejecutaron y sobrevivieron, libres, a la masacre de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de México en 1968. En el mitin que se estaba celebrando en este sitio, que es un lugar cerrado, ordenaron al ejército mexicano y a los agentes de la Dirección Federal de Seguridad, que dispararan a discreción contra las personas manifestándose, masacrando a las allí reunidas. Esta acción de traición a los Derechos Humanos y a las leyes mexicanas, se constituye en el mayor ataque contra personas exigiendo la libertad de expresión, una vida plena y democrática y el respeto a las leyes. Díaz Ordaz murió sin ser enjuiciado y a Echeverría se le llevó ante la justicia acusándolo, siendo condenado a dos años de confinamiento domiciliario. No fue exonerado, pero, al ser protegido de los jueces corruptos priístas enquistados en la Suprema Corte de Justicia, además de las presiones que los integrantes de este partido ejercieron, no se le pudo enjuiciar totalmente. Murió despreciado, señalado en público y repudiado en donde quiera que fuera, por sus criminales acciones y los asesinatos efectuados con su consentimiento.
Las acciones homicidas que efectuaron estos criminales expresidentes, que pensaron iban a detener el crecimiento del movimiento estudiantil, tuvieron una repercusión contraria pues el crecimiento cualitativo lo convirtió en uno de carácter nacional. Las críticas internacionales surgieron de manera espontánea y la reprobación total a la masacre del 68 fue contundente. Las movilizaciones de los ciudadanos mexicanos crecieron en todo el país, y la Ciudad de México fue el escenario de nuevas manifestaciones, que pusieron en peligro el sexenio de Echeverría, por lo que, el 10 de junio de 1971, mandó al grupo paramilitar los Halcones a reprimir de manera violenta. La Masacre del Jueves de Corpus fue dirigida contra manifestantes que apoyaban a los estudiantes de Monterrey, en donde fueron asesinados a tiros y golpes con palos de uso militar, más de 120 personas. De las dos masacres existen en la actualidad muchísimos videos, declaraciones, escritos periodísticos, ensayos e infinidad de pruebas, con las cuales se debería reiniciar el enjuiciamiento post mortem de estos dos sujetos asesinos. Es un reclamo nacional el que se les ubique en donde realmente pertenecen, y dejen de aparecer como las excelentes personas que los priístas siempre han impulsado.
La saña que Echeverría tenía contra los ciudadanos mexicanos opositores a los regímenes priístas fue extrema. Organizó a la Dirección Federal de Seguridad y creó la Brigada Blanca, para perseguir, torturar, encarcelar y asesinar a mansalva, a quienes se manifestaran contra su régimen. Con estas acciones inició la Guerra Sucia, por medio de la cual los militares tenían la instrucción de aprehender de cualquier manera a los sospechosos, llevarlos a las instalaciones militares y torturarlos hasta que firmaran declaraciones que los inculpaban a ellos, y a otros señalados como cómplices. Tenían la opción de tirar a matar si se oponían a la detención o así lo había decidido el militar en curso. La Guerra Sucia duró muchos años y hay muchas pruebas de su existencia y ejecución, al grado que hace algunos días López Obrador ordenó abrir los archivos militares sobre este asunto, para su investigación.
Es una vergüenza que los diputados y senadores, así como todos los miembros de las legislaturas del país, no hayan hecho un posicionamiento al respecto el día que estos dos sujetos murieron, señalando con vigor y rigor que fueron contrarios al desarrollo total de los derechos humanos, democráticos y sociales de los ciudadanos mexicanos. Prefirieron el silencio cómplice, a tener que enfrentar los reclamos de los viejos integrantes de los regímenes priístas, enquistados, aún, en el poder. El propio presidente de la República, cuando publica la esquela, debió agregar, en pocas palabras, sus delitos. Vale.
*- El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.
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