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El poder dividido en BC

Con la reciente visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Tijuana, fue más fácil confirmar que el poder que ostenta Morena en Baja California está dividido.

Con la reciente visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Tijuana, fue más fácil confirmar que el poder que ostenta Morena en Baja California está dividido. Por un lado, obviamente están las autoridades constituidas por la vía electoral, como es el caso de la gobernadora Marina del Pilar. Pero, por otro, está el poder de facto del exgobernador Jaime Bonilla, avalado por AMLO.

Como registraron la mayoría de los medios que asistieron a la conferencia mañanera en Tijuana, López Obrador “respaldó” a la gobernadora ante la situación de violencia que vive el estado, como no podría ser de otro modo, pero en cuanto a los ataques y acusaciones de Bonilla justamente en medio de los hechos violentos, su postura fue ambigua, imprecisa, o mejor dicho, de un apoyo implícito a Bonilla.

Esto debería preocupar a Marina, a sus seguidores y simpatizantes, pero también al morenismo en general. Las preguntas que uno debería hacerse son las siguientes: ¿Por qué AMLO permite o tolera que el exgobernador ataque sin cuartel a Marina, no ahora sino desde que ésta inicia su mandato?

¿Acaso el presidente ignora que la presión y el sabotaje que ejerce Bonilla al gobierno de Marina le va a impedir poder encauzarse y poder dar resultados en torno a los graves problemas que tiene la entidad? ¿Ignora que la campaña de desprestigio de Bonilla en contra de la mandataria afecta la imagen de Morena como partido en el gobierno?

AMLO sabe todo eso, pero prefiere asumir una postura que puede tener varios significados, entre ellos el más evidente es este: que no puede asumir una postura contra Bonilla porque éste ha sido un aliado clave en todo su movimiento, ya sea a través de apoyos económicos o de otra naturaleza.

Bonilla sabe los favores que le debe AMLO y por eso actúa a sus anchas, desde la arbitraria e ilegal “Ley Bonilla” (ante la que López Obrador nunca se pronunció claramente), hasta la actual campaña para destruir o bloquear a Marina del Pilar. Nadie es capaz de ponerle un alto.

El segundo significado es más preocupante aún: AMLO no confía plenamente en el gobierno de Marina y teme que a partir de ahí el panismo pueda recomponerse de nuevo y arrebatarle el poder a Morena. Del Pilar Ávila es fiel al proyecto de AMLO y trabaja por la 4T, pero no cabe en la perspectiva ideológica y política de López Obrador. Es un punto que no logran entender en el equipo de la gobernadora, por lo que ya ha cometido varios errores.

Bonilla es un personaje político tosco y autoritario, siempre en el filo de la ilegalidad, pero comparte el mismo odio de AMLO hacia los partidos de la oposición y hacia los empresarios que han detentado el poder político, lo que lo acerca más a la visión de López Obrador.

AMLO juega así sus cartas políticas no porque sea un político hábil, como creen sus seguidores, sino porque responde a la vieja escuela de la grilla mexicana. Lo correcto, desde el enfoque de la teoría democrática, sería que AMLO apoyara a Marina frente a los adversarios que están en las propias filas de Morena. Se quiera o no, ella representa el poder legal o institucional.

En mi libro más reciente (Morena en BC: un cambio sin cambio), hablo de un escenario complicado para Marina por lo siguiente: ella gana las elecciones pero no tiene el poder real, no tiene una trayectoria política previa, no tiene un equipo político, no tiene arraigo en el revoltijo que es Morena, viene de un ámbito ligado al panismo pero, además, tiene un gabinete de gobierno débil.

En México tuvimos la experiencia del “Maximato”, pero en general los presidentes han tenido que congelar o desterrar a sus predecesores. Lo mismo a nivel de las gubernaturas. No puede haber un poder dividido, como se está dando hoy en BC. El que sale no puede seguir gobernando o intentar socavar el poder de su sucesor o sucesora.

Pero este es el esquema que quiere López Obrador. Porque impide que el poder se concentre sólo en el gobierno o en Marina del Pilar, y de facto acepta que Bonilla dispute el poder a nivel local. No lo apoya abiertamente, quizás, pero lo deja actuar en una especie de “contrapeso” a una corriente que no es “morenista”.

Esto significa que Bonilla va a continuar socavando el gobierno de Marina, alentado la división, disputando espacios por lo menos hasta 2024, en donde seguramente va a intentar retornar al gobierno a través de otras fórmulas.

Para Marina no es fácil romper este cerco. Se puede hacer, desde luego, pero para ello tendría que jugar en otro campo. Sus asesores actuales no le sirven. De otro forma no podrá gobernar. La situación es crítica.

* El autor es analista político

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