Historia de dos ciudades
Durante buena parte del siglo XIX, la región norte de la península de Baja California estuvo inmersa en el caos, en el conflicto, en la desgracia. O como lo llamaría uno de sus más notables ciudadanos, el ranchero Antonio María Meléndrez, esta región se encontraba en “una miseria espantosa”. La situación se agravó más cuando esta zona se volvió frontera con los Estados Unidos a partir de 1848. Entre 1870 y principios del siglo siguiente, con el establecimiento de poblados más o menos estables, que incluían pueblos mineros como El Álamo, puertos como Ensenada y pueblos fronterizos como Tecate, Tijuana, Los Algodones y Mexicali, la situación fue cambiando y más cuando se arrendaron las tierras a diversas compañías extranjeras para su explotación comercial. Uno de los proyectos más importantes que se dan en la primera década del siglo XX es la domesticación de las aguas del río Colorado y la construcción de un ferrocarril que recorría el valle de Mexicali y salía rumbo a California, ambos proyectos diseñados por compañías estadounidenses para crear una zona de cultivo que abarcara los valles gemelos de Imperial, en los Estados Unidos, y de Mexicali, en México. Tanto esfuerzo impuso la creación, en 1902, de dos poblados que se construyeron a ambos lados de la línea fronteriza: Calexico en California y Mexicali en Baja California.
Desde su nacimiento planificado por ingenieros americanos, este par de poblaciones vieron su destino inextricablemente unido. La autoría de sus nombres ha sido motivo de especulaciones por los historiadores bajacalifornianos, que se la han adjudicado al general Agustín Sanginés, jefe político y militar del entonces Distrito Norte de la Baja California (Celso Aguirre) o a Manuel Vizcarra, el jefe de la policía de sección municipal de Los Algodones (Adalberto Walther Meade), pero los pioneros del valle nunca tuvieron dudas: todo fue parte de una campaña publicitaria para vender terrenos en el valle de Imperial y su creador fue Luther M. Holt (1840-1920). Para una de estas pioneras, Margaret Romer, en A History of Calexico (1922), Mexicali fue “una consecuencia natural
de Calexico, siendo la parte del asentamiento en el lado mexicano de la línea. Las dos ciudades fueron nombradas por el Sr. L. M. Holt. Él desarticuló los nombres de California y México y volvió a unir las sílabas y evolucionó hasta llegar a los nombres de Calexico y Mexicali”.
Al principio, en la primera década de existencia, Calexico fue el poblado que creció en construcción de edificios: aduana, escuela, salón de eventos, templos, hotel, comercios, almacenes, etcétera. Mexicali era más un campamento provisional con algunas enramadas y algunas casas de adobe. Todo lo que se necesitaba para la vida diaria, los primeros mexicalenses lo conseguían al otro lado, incluso los ciudadanos más prominentes vivían en Calexico y sólo de día trabajaban del lado mexicano. Pero a partir de 1910, al abrirse las tierras del lado mexicano a la agricultura, especialmente al cultivo del algodón, Mexicali también se puso en movimiento. De ahí que los habitantes de Calexico vieran a Mexicali como un pueblo pintoresco, pero los predicadores y
damas pías también lo catalogaban como un lugar de perdición por sus cantinas y por sus diversiones legales e ilegales que, desde el puritanismo anglosajón, eran vicios deleznables, ya fueran las corridas de toros, las peleas de gallos, los festejos con disparos de armas de fuego, y ya no se diga las bebidas embriagantes, los fumaderos de opio o la presencia de prostitutas que ofrecían compañía a los ingenieros y trabajadores del Valle Imperial. Como el traspatio de Calexico, Mexicali funcionaba como una válvula de escape de las presiones sociales de sus vecinos del
norte y, como el lugar de paso que era, servía como un sitio carente de las restricciones impuestas por una sociedad rural que quería gente trabajadora pero no quería lidiar con los conflictos existenciales de una comunidad de frontera.
Pero quitando los prejuicios culturales, los residentes de Mexicali y Calexico compartían las ganas de prosperar bajo el sol abrasador de los valles de Mexicali e Imperial. A principios del siglo XX había un impulso de ambas comunidades por vencer los desafíos del desierto y construir sus
respectivas ciudades para el progreso en común de las poblaciones fronterizas de ambos valles. Nuestra historia compartida es la historia de dos ciudades que padecieron juntas los rigores de un desierto hecho emporio agrícola. Sí, Calexico y Mexicali.
*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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