Yo no olvido
“Quien olvida su historia está condenado a repetirla”. Esta poderosa frase del filósofo español.
“Quien olvida su historia está condenado a repetirla”. Esta poderosa frase del filósofo español . Santayana recibe a los visitantes en la entrada del campo de concentración de Auschwitz, un lugar que fue testigo de algunos de los actos más dolorosos de la humanidad.
Esa misma frase resuena en mi cabeza desde las pasadas elecciones en Estados Unidos, en las que Donald Trump fue elegido como presidente. Quizás para los estadounidenses nativos esta elección no represente un cambio sustancial, pero para la comunidad latina será de gran impacto.
Varias teorías revolotean alrededor de la decisión que orilló al 45% de los latinos a votar por un presidente que ha denigrado y abusado de los inmigrantes desde que tengo memoria. Dicen que el factor económico fue pieza clave, otros argumentan que fue el temor, y otros más aseguran que los demócratas fallaron con nosotros.
Siempre he pensado que los valores y la dignidad valen más que los dólares. Además, sin irnos a los extremos, tampoco estamos en una posición donde sea imposible vivir; todos los países sufrieron inf laciones después de la pandemia, no creo que sea tan difícil de entender.
Lo que sí me es difícil de entender es con qué simpleza le abrieron la puerta al diablo. Con qué dispendio de memoria olvidaron el pasado. Con qué comodidad pisaron tanto dolor y tantas lágrimas.
Para mí, el periodo de Trump como presidente en 2017-2021 tiene nombres y rostros. Germán duró 10 días en un centro de detención sin bañarse, tomando agua del excusado en una celda abarrotada, donde las luces y la refrigeración a 60°F nunca se apagaban. Sus ojos se le secaron por no poder dormir. De sus hijos no sabía nada, solo que los habían separado y se los llevaron a “quién sabe dónde”.
Miles y miles de niños fueron separados, enviados a centros de detención en condiciones similares a las de Germán, encerrados en jaulas de tela de gallinero y acostados en el suelo. A esos niños no les dieron cepillos de dientes, porque, de acuerdo con las autoridades, ellos no necesitaban asearse. Por cierto, muchos de ellos fueron abusados sexualmente y nunca volvieron a ver a sus padres. Esa es solo una de las tantas políticas de Trump que no olvido. Tampoco olvido las redadas, donde entraban a casas, trabajos, y detenían a la gente en las paradas de autobús para ser deportadas, sin garantías, ni derechos. Hablar español en público era motivo de insultos, degradaciones y un “back to México”. Yo no olvido. Los niños inmigrantes en las escuelas eran blanco de ataques, y solo sabían dibujar en blanco y negro; habían olvidado los colores en sus vidas, solo había miedo de regresar y no encontrar a sus padres en casa.
Y ni entremos en los temas relacionados a la mujer y sus derechos, al tema de la educación, y del medio ambiente donde expertos aseguraron que un mandato más de Trump no lo resistiría planeta. Insultos, denostaciones, humillaciones y demás. Yo no olvido.
Y saben qué, esta vez será peor: un criminal convicto con el poder masivo, con mayoría en ambas cámaras del Congreso, con la Corte Suprema a su favor, acostumbrado a despreciar los controles y equilibrios constitucionales.
Quisiera equivocarme, pero presiento que ahora se escribirá otra historia, más oscura, más cruel e intolerante.
Por lo pronto, aquí estaré escribiéndola, en un intento feroz para que esta vez no la olviden.
*La autora es periodista independiente para medios internacionales
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