El artista frente al arte actual
El clima cultural prevaleciente, donde tantos se sienten ofendidos por cualquier cosa que los molesta.
El clima cultural prevaleciente, donde tantos se sienten ofendidos por cualquier cosa que los molesta, que va contra sus prejuicios y creencias, ha vuelto al arte un territorio en acoso permanente, un campo de batalla de las guerras culturales del momento. La libertad creativa, por estar bajo asedio, hace que muchos creadores que no tienen estómago para luchar por sus convicciones, se amolden a las restricciones y causas de su cultura, país o religión. Y la obra resultante se adapta a las normas en uso, no rompe ni un plato para no generar un clima hostil hacia su creador.
El arte es ya lo que los otros quieren que sea: un objeto apacible, un instrumento sin filo, un alimento procesado, un gesto de mansedumbre y sumisión a los poderes mediáticos, a los autoritarismos de todo tipo, a los gustos prevalecientes. ¿Con qué fin? Para obtener el aplauso de la concurrencia, el dinero de los patrocinadores, el visto bueno de las instituciones públicas y privadas. Y por ello, gran parte de los artistas de la actualidad aceptan que su papel es el ser creadores de simple entretenimiento, productores de garantizada diversión.
Así que, basado en lo anterior, sólo queda considerar todos los factores que han llevado a la invisibilidad mediática a muchos artistas bajacalifornianos de generaciones pasadas, esos que en vez de hacer experimentos ingeniosos se dedicaron a trabajar con ahínco su disciplina artística sin pensar qué institución iba a becarlos, quién iba a comprar su obra o qué museo la albergaría. Lo que requieren estos artistas bajacalifornianos que ya han fallecido o que rondan los setenta, ochenta años de edad es un público crítico, una audiencia exigente con su obra, una lectura sobre su papel en el contexto de su época y circunstancias. Estudiar sus trabajos y sus días de esfuerzo, así como investigar las instituciones públicas y los espacios independientes a los que estos creadores, desde los años cincuenta del siglo pasado, dieron vida y aliento.
Y eso es tarea de las secciones culturales (que tan pocas quedan en nuestra entidad), de las redes sociales (cuando dejen el chismorreo, los bots, los retos a imitar), de los mecenas empresariales (que creen en el arte como simple inversión a su prestigio social), del mercadeo a destajo (las ferias de arte que se contentan con ser el mercado de pulgas local), de las instituciones culturales (que siguen la ruta de lo inmediato sobre el trabajo a largo plazo) y de los centros educativos (más propensos a proponer discursos teóricos que a escuchar lo que el artista dice sin glosas de por medio). Ante semejante situación, el creador visual se halla en la encrucijada entre lo que quiere hacer y lo que su medio quiere que haga: “¿Hago un performance sobre la tragedia del albergue de migrantes de la frontera? ¿Presento una escultura de un mazapán y la titulo Tijuana? ¿Pinto los juguetes de mi infancia para que me patrocine una empresa japonesa? ¿Expreso mi amor por Myles Cyrus con una exposición que se llame Talk to Myself for Hours?”
E incluso con tales intentos por unirse a la cultura de masas, el creador contemporáneo pocas veces logra escapar de su condición de fantasma. Ahora se le ubica, al menos por los medios, dentro de esa amplia categoría donde caben cantantes populares, actores de telenovelas, presentadores de noticias, youtubers y productoresde contenido. Una amalgama donde nohay una precisa caracterización de lo quees creación artística, de lo que implica hacer arte porque todo puede serlo y cualquiera puede decirse artista simplemente para cotizar mejor en el mercado de supreferencia.
Y entonces la pregunta se traslada a cada uno de nosotros. ¿Podremos ser fielesal arte bajacaliforniano en estos tiemposde TikTok y retos virales? ¿Podemos pensar en la obra de nuestros artistas como laparte trascendente, vital de nuestra sociedad? ¿O la era del artista riguroso, leal asu trabajo creativo y no a los imperativosde las redes sociales, de la cultura mediática ha concluido? En todo caso, aquí vauna carita feliz, un dedo pulgar en alto,una sonrisa de simpatía. Los signos másutilizados para no tener que dar explicaciones. Porque el arte para ser arte no requiere de una clientela, de una multitud deseguidores, de los reflectores de la prensao de referencias a tal o cual fenómeno enboga. Sólo necesita que lo hagamos nuestro, que lo pensemos en serio.
*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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