La vida del migrante ahora
Durante el correr de los años la vida de los migrantes en USA ha sido de altos y bajos.
POR EL DERECHO A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Durante el correr de los años la vida de los migrantes en USA ha sido de altos y bajos. En ningún momento la han tenido fácil pues corren peligros constantemente. Durante las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta, los cruces fueron sencillos y la mayoría eran exitosos. La línea divisoria era de alambre de púas y no representaba dificultad alguna el cruzarla. Por Tijuana, casi inmediatamente estaba la ciudad de San Ysidro, y ya era un objetivo real el permanecer en ella. Sin embargo, la mayoría de las personas prefería irse hasta Los Ángeles, donde había una demanda más alta de mano de obra. Por consiguiente, el flujo de migrantes hacia la zona fronteriza de Tijuana siempre tuvo un atractivo singular. Por esas épocas, los polleros trabajaban de manera individual y se llevaban, más que nada, a los vecinos de las ciudades o a viajeros que llegaban en pequeñas hordas.
Posteriormente, las crisis económicas, la escasez de empleos y el aumento de los precios de la canasta básica, crearon las condiciones necesarias, para que los desempleados buscaran alternativas para obtener ingresos económicos para sus familias. Entonces, la única y viable solución fue emigrar hacia el norte. Después de los agentes de las aduanas fronterizas, la fuerza que debían burlar se encontraba en la ciudad de San Clemente, California. Posteriormente, todo era territorio libre. No obstante, los extranjeros sin la documentación eran aprehendidos y regresados a sus países. No había grandes redadas sino ocasionales eventos en los cuales lograban los Migras, aprehender algunos.
Ahora, todo cambió diametralmente, pues se ha legalizado la detención de personas en cualquier situación, cuando no tienen documentos legales para permanecer en los Estados Unidos. Esto ha creado una psicosis general entre la población latina y de otros países, que los ha obligado a autoaislarse del mundo exterior. La inseguridad ha hecho presa de los migrantes, que han restringido, excesivamente, sus salidas del hogar. Lo que ir a surtir la despensa, o a llenar el tanque de gasolina, hace algunos días era una sencilla actividad, se ha convertido en una verdadera hazaña, que debe ser preparada acuciosamente, para evitar errores y tragedias. Todos los días se juega al gato y al ratón, incrementando las tensiones y los temores de ser arrestados y deportados. Ya no existen sitios libres por los cuales se pueda caminar con confianza. Ni ciudades que sean santuarios y protejan a los migrantes que radican en ellas. Ni los niños ni sus padres están seguros en ningún lado. Lo único que les queda es el encierro obligado, y si tuvieron la mala suerte de vivir en un lugar en el cual hay vecinos anglosajones o afroamericanos que los odien, sus posibilidades de no ser hostigados son mínimas.
Quienes se vieron obligados a emigrar de sus países como producto de la violencia y la delincuencia; quienes huyeron amenazados de muerte por el crimen organizado; quienes fueron despojados de sus casas en pueblos asolados por la violencia y la delincuencia, y se dirigieron hacia ciudades que los protegieran y les devolvieran la confianza en la humanidad, hoy no tiene ningún palo al cual asirse para salvar a sus familias. Todo está perdido. Los van a deportar. Regresarán a vivir en la incertidumbre y el desamparo. Ni el país que los va a expulsar, ni el país al cual pertenecen, se harán responsables de su vida futura. Solo los recibirán y los medio atenderán unos días, y después, a rascarse con sus propias uñas. Algunos de ellos, con la idea que tienen integrada en sus cerebros, conservarán los deseos por intentar regresar a USA, pero otros, los menos, se irán a sus países de origen. México saldrá ganando con quienes se apropien del sueño mexicano. Vale.
*- El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC
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