Todos somos Frida
Nunca me había detenido con calma a observar la obra “El Venado Herido” de Frida Kahlo.
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Nunca me había detenido con calma a observar la obra “El Venado Herido” de Frida Kahlo. Cuando lo hice, sentí dolor, mucho dolor. Son nueve flechas las que atraviesan el cuerpo de un ciervo sangrante, mientras el rostro de Frida es inmutable. ¿Se dan cuenta? No es que no sintiera el sufrimiento, sino que se había acostumbrado a vivir con él.
El autorretrato de Frida, en el que se muestra mitad mujer, mitad animal, no se aparta de lo esencialmente humano. La diferencia, al final, está en la elección, qué parte decides encarnar en esta vida. Luz u oscuridad, incluso frente al dolor y la adversida.
Cuando supe que el Ballet de Arizona llevaría a escena la vida de la pintora mexicana, sentí un latido profundo en el corazón. “Esto es lo que necesitamos”, pensé. En un momento de tensión e incertidumbre en Estados Unidos, donde los mexicanos e inmigrantes enfrentamos ataques constantes, comprendí que Frida llega como un recordatorio silencioso pero firme que en la resistencia hay belleza, y en el arte, una forma de lucha.
La puesta en escena se inspira en El Venado Herido, lo que me llevó a sumergirme en su arte para comprender aquello que atormentaba a la pintora herida en cuerpo y alma. En el fondo, creo que todos llevamos una Frida dentro. Yo también tengo la columna rota. Yo también he sido herida.
Yo también he convertido la tragedia en arte a través de la escritura. En algún momento, todos hemos rasgado el velo de la desgracia y dado tres pasos adelante. Los más osados, no han requerido de los pies, sino de las alas. Frida misma es testimonio.
Les diré algo: cuando escuché La Llorona, Que te vaya bonito y Adoro mientras el ballet danzaba, cada nota resonó como un himno puro y poderoso. Qué hermosa suena nuestra música en el extranjero.
Hace mucho no me sentía tan libre en un espacio tan blanco (me refiero a espacios ocupados en su mayoría por anglosajones). Hay de aquel que se atreviera a prohibir el español. Frida, a través de su arte, proclama con fuerza que “Somos universales”, “México es belleza”, “México es cultura”, “México es orgullo y templanza”.
Nuestra cultura es una quimera ardiente, se lo digo al mundo. Por eso, cuando vean la bandera mexicana ondeando en tierra ajena, siéntanse orgullosos de los mexicanos que, con dignidad, abrazan sus raíces pese a la condena de los racistas y el desdén de alguno que otro latino vendepatrias.
Una de las escenas de “Frida” fue representada por un sombrío cubo negro que simboliza el destino condenado de la artista. Sin embargo, cada vez que el cubo se abre, surge una explosión de colores que simbolizan su resiliencia, su creatividad y el espíritu imperecedero de su arte.
Tal vez somos un cubo cerrado, que nos atrapó en un país extraño, esperando ser abierto para mostrar nuestros colores. Quizás, somos como el venado herido, atravesados por flechas que nos lastiman, acostumbrados a sufrir. Pero estamos aquí, seguimos de pie como el ciervo estoico, aunque a algunos les incomode nuestra presencia, nuestra cultura, nuestra vibrante visibilidad. Seguimos aquí y aquí permaneceremos labrando la tierra, amando, danzando, construyendo, dejando huella. Con mil colores por dentro.
Frida lo dijo mejor: “El arte más poderoso de la vida es hacer del dolor un talismán que cura, una mariposa que renace f lorecida en fiesta de colores”.
*La autora es periodista independiente para medios internacionales.
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