Nosotros, ellas y la justicia

Durante la madrugada del 3 de marzo del presente año, un sujeto entró al hogar de su expareja y la asesinó con un martillo. Después, y de la misma forma, también eliminó a su hijo de 14 años y dejó muy mal herida a una niña de 10. No es necesario dar datos del cobarde atentado, pues mientras ellos dormían los eliminó de manera ventajosa, sin darles la oportunidad de defenderse. Ya con anterioridad, había estado preso purgando una condena de 25 años de cárcel. Por el feminicidio de una maestra de inglés, a quién asesinó después de haber sostenido una discusión, en la ciudad de Culiacán, Sinaloa. Pero como siempre sucede, fue liberado antes de cumplir su condena, por el sistema judicial que prefiere ayudar a los asesinos, antes que hacerlos pagar por sus delitos. Ahora, anda a salto de mata huyendo y, muy probablemente, siendo auxiliado para vivir protegido por quienes deberían entregarlo para ser juzgado como corresponde.

Pareciera que no existe alternativa para las mujeres, que el estar siempre pendientes de las señales de peligro que sus parejas les envían, antes de que sus vidas terminen de la manera más violenta posible. Sin embargo, nada parece estar sucediendo en su entorno, que les asegure que tendrán la protección suficiente para salvar sus vidas. Las mujeres siguen siendo las personas más solidarias y consistentes en conservar la unidad familiar. Mientras que los hombres, parece que caminamos por vías distintas y con objetivos diferentes. La marca de la masculinidad agresiva y opresora está tan acentuada que las mismas mujeres hacen todo lo posible por encubrir y solapar las negativas conductas del hombre. Afortunadamente, y aunque de manera lenta, la situación va cambiando y se avanza. Si bien es indudable que existe un desbalance negativo para ellas, especialmente en el sector de la justicia, la f irme decisión de vivir en mejores condiciones está llevando a la mujer a alcanzar metas que las desagravien.

Los hombres, por el contrario, debemos aprender mucho de ellas porque a pesar de que estén pasando etapas de mucha incomprensión, violencia y precaria solidaridad de nuestra parte, ellas siguen cumpliendo su rol completamente. En el sistema judicial que padecemos, la mujer está en desventaja. El delito del feminicidio se presenta con una reincidencia escandalosa. La saña con la cual asesinan a las mujeres de cualquier edad muestra el pensamiento salvaje que nos convierte en asesinos despiadados. No existe en este momento, ninguna oportunidad de que las mujeres estén a salvo de las agresiones de los hombres. Por eso es importante, que, aunque sean criticadas por sus participaciones en marchas y eventos de reivindicación de su condición de mujeres, luchando por mejores circunstancias de vida para ellas, lo hagan. Solo ellas podrán exteriorizar sus exigencias, mientras que algunos de los hombres trataremos de acercarnos y manifestarles nuestro respaldo.

Todos los días desde que amanece, la mujer comienza a recibir agresiones externas. Sea en su casa, en su trabajo, en el lugar que estudia o en donde sea, existe un acoso constante hacia ella solo por ser mujer. Ya sea de manera implícita o explícita, las agresiones causan inseguridad, temor y deseos de exponer su desacuerdo con la situación. No obstante, ante los más mínimos intentos de establecer una línea divisoria que marque la discrepancia, y se exija respeto, la inmediata reacción del abusador, será el empleo de mayor agresividad tratando de doblegar a la mujer, que busca respeto y el reconocimiento de ellas como seres humanos. La realidad es que resulta difícil vivir en un ambiente de acoso, agresiones, actitudes irrespetuosas y denigrantes. Sin embargo, esto es lo que enfrentan todos los días, y aun así, siguen batallando porque no les queda otra. Vale.

* El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.