Mexicali, un latido eterno
¿Han olido alguna vez la ropa que permanece demasiado tiempo colgada bajo el sol?

¿Han olido alguna vez la ropa que permanece demasiado tiempo colgada bajo el sol? Ese olor peculiar, casi terroso, que se adhiere a la tela. Así huele Mexicali, un aroma cálido y profundo que se impregna en la textura de la piel. Es el sol calcinante de esta tierra que se filtra en cada poro, como una marca invisible que nos acompaña. Es identidad.
Al mirar hacia atrás, ciudad querida, puedo volver a divisar tus planicies atravesando la vastedad del horizonte, como una promesa mutua. Como una alianza que desafía el paso del tiempo.
Es que mi Mexicali es campo y es industria. Es la quietud de los solares y el estallido de la manufactura. Dos paralelos que convergen en la frontera. Una frontera que no sangra, sino que cicatriza. Aquí, la línea que separa no hiere; más bien, acoge y suaviza. Recibe al errante, lo envuelve y lo hace suyo, con una hospitalidad firme. Los que beben del Río Colorado quedan ligados a su tierra. Cuánto tiempo me alejé de ti, Mexicali querida.
Cuánto tiempo gasté mis horas en un país ingrato. Dejé atrás la tibieza de tus brazos y me perdí entre murmullos ajenos, entre rostros que no conocen tu sol, la quietud de tus tardes, la promesa de tu suelo.
Mi Mexicali cumpliste 122 años este 14 de marzo, y mi memoria se aferra a ti. A tus calles y avenidas que guardan los secretos de mis antepasados. Las historias de mis abuelos. Las vivencias de mi niñez. Las querencias de mi juventud.
Imagino caminar bajo la serena luz de los faroles por la avenida Obregón, entre el verdor de sus yucatecos y el canto perdido del cenzontle. ¡Shhh! Silencio. porque llega a mí el susurro del desierto. La insonoridad voraz, que solo emerge de lo inmenso.
Porque mi ciudad también es desierto. Dunas suaves como caderas de mujer, y tierra salitrosa y erosionada, como la piel áspera e impenetrable del elefante. Más arriba, se eleva el resplandor de un cielo coronado de sol. Cuánta falta me haces Mexicali. Pérdida yo aquí, en otro desierto, cubierto de odio. Cuando vuelvo a ti, es como si una madre contemplara a su hijo desde el extranjero, viéndolo crecer con cada reencuentro. Te encuentro más fuerte, más erguida y magnífica. Tu tesoro, sin duda,su gente.
Sé que te ha herido la delincuencia, losmalos gobiernos, las manos avaras de poder, las sucias influencias, pero tu historia se sigue escribiendo con firmeza y carácter. Se escribe con el trabajo y sudorde emigrantes que desafiaron el desiertoy lo convirtieron en parcelas abundantes,en industrias prósperas, en comercios pujantes y como cetro, la mejor comida china del mundo.
Mi Mexicali querida, hoy que estás de aniversario, desde una patria ajena, tarareo esta estrofa: Nací en los algodonales/ Bajo un sol abrazador / Mis manos encallecieron/ Y me bañe de sudor/ Yo soypuro Cachanilla/ Orgulloso y cumplidor. Para mí, un himno de amor…un latido eterno.
*La autora es periodista independiente para medios internacionales
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