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El Imparcial / Mexicali / Crónicas del Centro

#CrónicasDelCentro Un titán llamado Mercado Municipal

Daniel enciende un cigarro en un oscuro rincón, ligeramente agraciado con la luz crepuscular de una tarde calurosa en Mexicali. Ahí, en ese rincón donde tiene unas latas de comida, cobijas, ropa sucia y descansa un poco, solía ser una oficina gubernamental.



Hace tres semanas llegó a Mexicali desde Jalisco. Trabaja como albañil y viene a buscar y reencontrarse con su hermano, quien vive al extremo oriente de la ciudad. Y aunque ya lo aceptaron en su casa, hoy vive entre escombros, agazapado, pernoctando en una insana esquina.



Su nuevo hogar es un viejo edificio asentado sobre la avenida Obregón, en el corazón de la ciudad, donde el vapor de orines invade el olfato y a cada paso se deben sortear bultos de escombro y basura.





Andrés, a sus 40 años, es otro de los moradores de este edificio. En lo que fue un local comercial que da a la calle Pedro F. Pérez y Ramírez, pasa la tarde, viendo extinguirse las llamas de un montón de plástico al que le prendió fuego.



El sismo del 4 de abril de 2010 convirtió a este edificio en uno sin utilidad, pero la indiferencia de tres administraciones municipales lo han germinado en el parapeto que personas errantes en el Centro Histórico lo utilizan como hogar y guarida.



Al Mercado Municipal, el avance y el progreso lo rodean, como el agua del río a una piedra.



Sobre las cenizas





El actual edificio decrépito que se impone sobre la avenida Obregón, frente al Instituto de Cultura de Baja California y al costado de una funeraria, no siempre fue el mismo que hoy conocemos, desde hace ocho años.



Antes de ese edificio, otro más, construido en 1926, aglomeró decenas de locales comerciales para la venta de frutas, verduras, carnes, abarrotes, papelería, ropa, curiosidades y todo tipo de comida en las tradicionales loncherías.



Era un edificio de un solo nivel, que por décadas fue punto de reunión de todos los nativos del primer cuadro de la ciudad.





Para 1950, un incendio redujo ese polo económico y social de Mexicali a cenizas, ante la mirada frustrante, cuentan de los locatarios y los bomberos, quienes se vieron rebasados por la pira.



Su sucesor, un gran y boyante edificio, se inauguró en 1956, de dos plantes y que por años alojó oficinas del PRI, del Ayuntamiento, locales comerciales y loncherías, hasta que la tierra lo cambió todo.



Doble victimización





La tierra se estremeció el 4 de abril de 2010. Cientos de casas en Mexicali sufrieron daños estructurales, al igual que viejos edificios, y dos personas murieron por accidentes causados por este sismo.



Todos los locatarios fueron desalojados y las oficinas gubernamentales fueron reubicadas. Poco a poco, el Mercado Municipal quedó vacío. Por seguridad, dijeron. Que habría planes para remodelación, que se derrumbaría, que se construiría otro. Hasta hoy, nada de eso ha pasado.



Tres administraciones municipales han pasado desde entonces. Solamente ha sido utilizado para que alcaldes como Jaime Díaz se tomarán una foto barriendo, o que candidatos prometan proyectos que se quedan en papel.



Con la entrada de Gustavo Sánchez como alcalde, se repitió la historia. Se retiraron 28 metros cúbicos de basura en un operativo de limpieza. Se habló de la definitiva de derrumbarlo, de la construcción de una plaza cultura, de un museo, de oficinas del Ayuntamiento y hasta una plaza de innovación tecnológica.



A pesar del riesgo que conlleva la estructura, más de una docena de personas continúan viviendo en el edificio que se desmorona poco a poco, que con los años ha visto como el progreso le rodea, pero nunca llega a él.



Su peor enemigo, luego del sismo, fue la indiferencia o la incompetencia gubernamental.



Fantasmas





Andrés Félix, de 40 años, habla de manera incoherente en ocasiones, pero sabe decir lo más básico. Delgado hasta los huesos, se recuesta entre capas y capas de orina seca, que dejan un manchón en lo que fue un local comercial.



Ahí en la esquina, ve apagarse un montoncito de plásticos que encendió con cerillos. Hace 12 años llegó a Mexicali desde Chiapas, pero terminó en las calles, deambulando errantemente en el Centro Histórico.



Sus zapatos desgastados revelan los kilómetros que ha caminado. Su dificultad para hilar ideas y repetir expresiones, delatan la afectación que el alcohol ha causado en él. Se queda ahí acostado, mientras un par de policías en bicicleta le pasan de lado, por la calle.



En las horas del ocaso, varias personas entran y salen, caminan lentamente, parecen deambular como fantasmas en una vieja finca. Los vapores de orina invaden todo el lugar, al igual que la basura el suelo de edificio.



Decenas de botellas vacías de alcohol barato, algunas latas de cerveza y latas de comida dejan ver la intensa actividad que hay al interior de lo que queda del Mercado Municipal, vacío de sus pasillos, con pilares graffiteados sosteniendo una inútil y peligrosa estructura.



“Estuve en un albergue, pero luego me vine para acá y en lo que encuentro a mi hermano, es aquí donde me quedo a dormir”, dice Daniel, antes de terminar su cigarro, y luego de estar seguro que este reportero y el fotógrafo, no son policías que vienen a correrlo del lugar.



El Mercado Municipal, ese titánico edificio que en años anteriores podía verse majestuoso e icónico desde el bulevar Adolfo López Mateos sigue ahí, sin vida, pero tampoco sin un punto final, en el Centro Histórico de Mexicali.

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