#Sentenciados Encontró la muerte en manos de su propia hija
— ¡No está la droga! —
le respondió Gloria a su esposo y a dos de sus amigos. Recién había salido de la casa de su papá, en la colonia Rivera Campestre, cuando le marcaron por teléfono. Luego de las malas noticias, quedaron de verse en uno de los domicilios de uno de sus amigos.
Gloria había escondido un paquete con metanfetamina en casa de su papá, pensando que estaría seguro mientras buscaban la distribución del narcótico entre los dealers de barrio. Era una cantidad de dinero que no pretendían perder. Eran 20 libras de metanfetamina.
Cuando se reunieron, Gloria, su esposo Francisco y sus amigos trataron de pensar lo que harían. No sabían si su padre había vendido la droga o se había deshecho de ella. La ansiedad y el narcótico la tenían ofuscada.
Dentro de la reunión, comenzaron a armar un plan para recuperar la droga. Gloria quedó estupefacta, cuando lo escuchó, pero al final se decidió por ejecutar la idea. Le guardaba un resentimiento desde que se casó con otra mujer a la que no aceptaba por madrastra.
Un día, bajo el influjo de la droga, subieron a un vehículo, con cinchos, cuerdas y una bolsa. Era de mañana cuando llegaron a la puerta de Juan Manuel, el padre de Gloria.
Descarriados
Originario de Sinaloa, Juan Manuel se forjó un nombre como contratista de obras en Mexicali. Tras su divorcio en esta ciudad, encontró una nueva mujer para reiniciar una nueva vida, en la colonia Rivera Campestre.
Su hija Gloria, producto de su primer matrimonio, nunca aprobó esa nueva unión. La ruptura del núcleo familiar y las compañías equivocadas causaron el infortunio en su vida. Junto con su esposo, se dedicaban a vender droga al menudeo en un bajo perfil, junto con otros cómplices.
Aunque su padre eventualmente le ayudaba cuando tenía problemas de dinero o incluso la dejaba quedarse en su casa cuando lo necesitaba, supo que no quería la presencia de drogas en su hogar. Era algo que no toleraría.
Secuestro
Juan Manuel sintió un golpe en la cabeza cuando pretendía subir a su carro. Dos de los cómplices de Gloria y su esposo habían bajado de otro vehículo y le pegaron con un bate de béisbol. Aturdido, fue tomado de los brazos por los desconocidos.
Era un cálido 10 de julio, la última vez que se le vio salir de su casa.
— ¡Órale, cabrón! ¡Súbete! ¡Súbete!,
le dijo uno de los hombres cuando lo arrastraba a un auto deportivo. Segundos después, al auto arrancó a toda velocidad. Desde entonces, no volvió a ser visto con vida.
En el camino le preguntaban por la droga, pero estaba tan mareado con el golpe en la cabeza que no respondió. La adrenalina invadió a los secuestradores, a su hija y a su yerno. Tras varios minutos en la calle, se dirigieron al oriente de la ciudad. Ahí se reanudó la pesadilla.
El Crimen
A Juan Manuel lo llevaron a un rancho alejado en el ejido Villa Zapata. Lo golpearon, lo torturaron y le preguntaron por la droga, pero nunca respondió. En ese momento, Gloria sacó a colación la venta de una casa que su padre había vendido y no le había dado dinero a ella.
— ¡Soy tu hija! ¡Todo ese dinero lo quieres para ti y para tu nueva esposa! —
le gritó, mientras lo golpeaban con los puños, las piernas y tubos. —
¡A mí me tenías que haber dado algo! Ahora te lo vamos a quitar por la fuerza ¿Dónde está el dinero?
Solo obtuvieron un pequeño monto por el secuestro, luego de que de manera anónima, se comunicaron con su esposa, revelando un supuesto secuestro por mensajes de texto. Ese pudo haber sido su error, pues la Procuraduría comenzó una investigación que, tarde pero seguro, arrojó resultado.
Inhumación
A Juan Manuel lo sepultaron en un predio arenoso y despoblado del ejido Villa Zapata. El olfato de un perro fue crucial para dar con el lugar del entierro clandestino dos semanas más tarde. Los análisis periciales comprobaron la identidad. Ahora, con el cuerpo del delito, la investigación había dado un gran paso.
La esposa de Juan Manuel sospechaba de su hija, pues sabía en los pasos en los que andaba. Sigilosos, los agentes ministeriales intervinieron comunicaciones y vigilaron a los sospechosos, quienes habían desaparecido del mapa desde el secuestro de la víctima
Con la evidencia suficiente, un Juez emitió órdenes de arresto para Gloria y su esposo Francisco. También para los cómplices Tomás, Héctor y Marco Antonio, este último de 18 años de edad.
En once sesiones de debate de Juicio Oral, el Tribunal los declaró culpables. La sentencia acordada por las jueces bajo la Causa Penal 666/2012, fue de 47 años y 6 meses de prisión, una de las más altas desde que se puso en marcha el Nuevo Sistema de Justicia Penal.
En alguna parte del camino, Gloria perdió su sendero en la vida y al final, Juan Manuel perdió la vida en manos de su hija.
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