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Se me fue…

Cuando hace más de 50 años conocí a Héctor mi esposo en un hospital del IMSS en Guadalajara.

Anita B.  de Ochoa

Cuando hace más de 50 años conocí a Héctor mi esposo en un hospital del IMSS en Guadalajara, al entrar él al cuarto donde me encontraba, escuché una voz en mi interior que claramente me dijo: “Te vas a casar con este doctor”, Claro que no, -pensé-, porque en ese momento hasta tenía novio, pero bueno, finalmente me casé con él, y estoy segura que Dios me lo escogió porque sabía que era él la persona que necesitaba para ser feliz y formar una familia. Dios no se equivoca.

Mi esposo fue un gran ser humano, un médico bondadoso, muy humano. Desde que lo conocí, fue lo primero que llamó mi atención, la calidez en su trato con sus pacientes y hasta adaptar el costo de su consulta, a la situación económica de sus pacientes, poniéndose siempre, para apoyarlos en sus zapatos.

Aparentemente mi viejo era serio, pero cuando lo empezaban a conocer, se daban cuenta que era súper bromista, nada más andaba inventando como divertir y hacer reír a todos, desde sus nietos hasta sus amigos y colegas del Seguro Social, quienes tienen infinidad de anécdotas de todas sus travesuras, con arañas, cucarachas, y ratas de plástico, cuando me las platicaba yo le decía que parecía un niño travieso.

A veces por su seriedad, algunos no se le acercaban, pensando que era enojón, no lo conocían, mi viejo era bueno, tanto como el pan, buen amigo, buen compañero, buen esposo, buen padre, abuelo, suegro…. El día que estuvimos en su servicio funerario, me llamó la atención el que varios de sus amigos y colegas al darme el pésame, me decían con los ojos llorosos, lo mucho que Héctor significó para ellos como amigo, como compañero, como médico, me hacían llorar.

El dolor por la partida de un ser querido es enorme, pero como todo, tiene su lado positivo: Darnos cuenta del valor de la familia y lo importante que es luchar para mantenerla unida. Hoy día, que de cada 10 matrimonios 8 se divorcian, es vital apostar por la familia. Sabemos que como seres humanos tenemos muchas fallas, somos limitados, y cuando esto se nos olvida, esas fallas o problemas grandes o pequeños nos impiden luchar y valorar lo que tenemos. Es entonces cuando entra nuestra fe y nuestro amor al Señor Jesús, amando porque Él nos amó primero, perdonando porque Él nos perdonó en la Cruz.. Por estarazón nuestra respuesta es sí o sí. Lo contrario es egoísmo, soberbia, todo lo que nos impide amar de verdad.

Hoy aunque con dolor, doy gracias a Dios por Héctor mi esposo, mi viejo, al habérmelo escogido y prestado durante 50 años y darnos la alegría de cuatro hijos, siete nietos y una nietecita que ya viene en camino…

Agradezco a todos los que nos acompañaron a su Misa, en especial a los sacerdotes que con tanto cariño la celebraron: Padre Ángel Alvarado, Padre Alejandro Ponce, y Padre Sergio García. Hoy que se me fue, me conforta saber que deja en nosotros un ejemplo de responsabilidad y entrega generosa a su familia, amigos y pacientes. Por ello estoy segura que su caminar a la Casa del Padre estará lleno de luz por todo el amor que supo repartir durante su vida.

*- La autora es consejera familiar.

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