Un milagro de Dios la cuida desde el cielo
Fiel a su tradición, durante su visita al panteón este viernes 1 de noviembre, María compartió su historia con La Crónica
Han pasado 24 años desde que su hijo, Francisco de Jesús Rocha, falleció. En todo este tiempo, la señora María Guadalupe Ponce Maldonado, de 57 años, nunca ha faltado a su visita cada 1 de noviembre, Día de Todos los Santos.
Fiel a su tradición, durante su visita al panteón este viernes 1 de noviembre, María compartió su historia con La Crónica, y cómo un milagro que Dios le concedió le dio la dicha que tanto anhelaba: ser madre.
‘’Nunca dejó de venir, está siempre en mi corazón, hasta que yo me muera, siempre que Dios me permita venir, primero venía en camión y después venía en taxi y ahorita vengo en lo que puedo, porque ya ando en silla de ruedas, ya no puedo caminar’'
Sentada con la vista fija en la tumba, decorada con flores de todos los colores, María recuerda que perdió a su hijo a los ocho días de nacido, un Jueves Santo en abril del año 2000.
Para ella, el pequeño Francisco fue un milagro concedido por Dios, pues la concepción ocurrió después de años de luchar por ser madre y a pesar de los pronósticos médicos que le aseguraban que esto nunca sería posible.
Sin perder la fe, María cuenta que dejó la decisión en manos de Dios, a quien prometió que si le concedía este deseo, su hijo llevaría el nombre Francisco de Jesús, en honor a San Francisco de Asís.
Al poco tiempo, y sin esperarlo, se enteró de su embarazo a los cinco meses. Desde entonces, dedicó cada día de gestación a cantarle, rezarle y compartir sus alabanzas con su pequeño en el vientre.
María relata que su embarazo transcurrió con normalidad y el parto fue natural. Sin embargo, después de nacer, los doctores detectaron en el niño una malformación genética que le impedía alimentarse.
Ante lo sucedido, los médicos se sorprendieron de que hubiera logrado sobrevivir durante los nueve meses de embarazo, ya que su malformación es una condición extremadamente rara, que ocurre en solo 1 de cada 1,000 nacimientos.
Para María, esto confirmó que Francisco era un milagro de Dios. Pidió por su vida, pero, lamentablemente, una semana después el pequeño falleció.
A pesar del corto tiempo que compartió con él, recuerda con amor la llegada de Francisco, quien le dejó lindos recuerdos: todo el embarazo fue de cantos y rosarios. Ser madre, tras haberlo anhelado tanto, le llenó de felicidad.
Desde entonces, cada 1 de noviembre visita a su hijo. Además, cuenta que cada año le coloca un altar en su hogar, donde lo llena de flores, dulces y obsequios que, piensa, a él le hubieran gustado.
“Para mí es una tradición de todos nosotros, de la familia, porque creemos y tenemos la fe de que ellos nos visitan hoy, como mi niño”.
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