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“Mi terror es morirme y no encontrarlo”

Imelda no pierde la esperanza de encontrar los restos de su hijo, desaparecido desde el 2006, y sabe que eso ocurrirá por la labor de colectivos de búsqueda, y no por medio de las autoridades

“Mi terror es morirme y no encontrarlo”

Mexicali, Baja California.- Desde pequeño y al igual que sus hermanos, Pierre Meza López fue inquieto, amoroso y estudioso. “No se podía estar quieto”, recuerda su madre Imelda López, quien lo inscribió en clases de gimnasia, que a su vez lo llevó a competir en otros estados.

En casa le colocaron una canasta de básquetbol en el patio y también solía jugar fútbol en la calle con los demás niños de su edad. Una vecina solía ir a reclamarles debido a que frecuentemente el balón se iba a su patio.

Además de la gimnasia y los deportes, Pierre se interesó en las artes marciales. Desde joven, Imelda lo llevó a clases y luego siguieron las competencias en otros estados del país. “Siempre volvían con trofeos”, comenta.

Desde pequeño quería ser abogado

Pierre nunca tuvo problemas en la escuela, ni por conducta ni por aprendizaje, al contrario, desde pequeño le dijo a su mamá que quería ser abogado. Hablaba mucho, aprendía de todo, leía libros y se interesaba en las leyes.

Cuando creció logró ingresar a una universidad particular, donde obtuvo una beca y un crédito para terminar sus estudios. Pierre seguía siendo una persona muy sociable, y en esta etapa de su vida, se sumaron las fiestas, las salidas y las reuniones con amigos.

Tenía toda clase de amigos, pero fue uno de ellos en particular el que su madre cree que sabe lo que en realidad pasó con Pierre, pero la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado parecía negarse a investigarlo o interrogarlo, a pesar de las circunstancias sospechosas.

El 10 de Mayo es en particular doloroso, pero también es esperanzador. Además de los apapachos que deja darse ese día por sus otros hijos, también se reúne con madres que sufren del mismo dolor. Foto: Daniel Reséndiz

“Se fueron los dos, pero él ya no regresó, ya no supe de él”

El 14 de agosto de 2006, Pierre regresó a su casa luego de estar en el gimnasio con un amigo. Ambos se pusieron a ver televisión en la sala, mientras Imelda estaba en su recámara. Pasaba de las 6 de la tarde cuando él le dijo que iba a salir.

“Me dijo, “amá, al rato vengo, voy a salir”, y se fueron los dos. Pero ya no regresó; ya no supe de él”, recuerda. Se hizo de noche y Pierre no llegó. Imelda sabía que su hijo a veces llegaba por la madrugada, pero tampoco llegó a esa hora. Comenzó a preocuparse al no recibir algún mensaje suyo.

Desde entonces inició el calvario para su ella y su familia, al no saber desde entonces el paradero y destino de su hijo, agravado con el silencio de la familia del amigo con el que salió y la impunidad en la que la hoy Fiscalía General del Estado ha dejado su caso.

Debajo del pino navideño dejaban un regalo para él

La ausencia de Pierre caló hondo en la familia. Su recámara quedó sola, su escritorio vació, su computadora empolvada, sin usar. La música y películas que veía en su cuarto se convirtieron en un doloroso silencio para su madre.

“Los primeros años que nos reuníamos en familia, mi hijo mayor siempre le traía un regalo y se lo dejaba en el arbolito. Decía: “Va a venir, va a venir mi hermano”. Duró mucho tiempo un regalo de él, esperando a que llegara; la Navidad y el Año Nuevo ya no son lo mismo”, dice Imelda.

En el cuarto aún se encuentran las pertenencias de Pierre Meza López. Foto: Daniel Reséndiz.

El 10 de Mayo es en particular doloroso, pero también es esperanzador. Además de los apapachos que deja darse ese día por sus otros hijos, también se reúne con madres que sufren del mismo dolor, que se han convertido en amigas que la tragedia unió. “Es una llaga que siempre tienes abierta”, expresa.

Me robaron la oportunidad de despedirlo, darle un último abrazo

Con el paso de los años, la ausencia de Pierre aún se siente. Aunque Imelda ha tenido otras satisfacciones en la vida, como los nietos y ayudar a encontrar los cuerpos de otros desaparecidos, todavía siente ese vacío.

Un rincón en su casa, con una vela y su foto, cumple el rol de altar en su memoria. “Mi terror es morirme y no encontrarlo, no saber de él antes de que me muera. Yo ya hablé con la familia y les dije que cuando yo muera, quiero que lo entierren junto conmigo; si no ha aparecido, hagan de cuenta que nos sepultan ahí a los dos”, señala con voz trémula.

La última esperanza de Imelda es que puedan dar con alguna fosa clandestina originada en aquellos años, y que ahí puedan estar los restos de su hijo.

“Sí hubiera sabido que era el último día que lo iba a ver, le hubiera dicho lo mucho que lo amo, pero no tuve la oportunidad de despedirme, de darle un abrazo. Nunca me imaginé que yo no lo iba a volver a ver”.

“Al principio, cuando moría alguien, yo no podía estar en un velorio, porque siempre he pensado, ¿por qué a mí no me dieron esa oportunidad de despedir a mi hijo dignamente, velarlo, sepultarlo como debe ser?”, cuestiona entre llantos.

Esto te puede llevar a la muerte o a la locura

Imelda encontró fortaleza para sobrevivir la pérdida de su hijo al acercarse a Dios, además del compañerismo y solidaridad que experimenta con las integrantes del colectivo. “Yo estoy segura de que Dios es el que me trae de la mano, me trae levantada”, asegura.

“Esto que nos pasa, te puede llevar a la muerte o a la locura; te sostienes del amor de tu familia, de tus hijos, de tu esposo, de los nietos, de todo. Y yo me he hecho muy fuerte gracias a Dios y gracias a mi familia. Me considero una mujer muy fuerte porque antes, yo me derrumbaba, me encerraba y no quería salir (...) te tienes que agarrar de algo, o esto te tumba”.

Pierre habría cumplido 41 años este mes de abril. A la distancia de su desaparición, Imelda reconoce que pudo salir del abismo cuando sus hijos le dijeron que también estaban sufriendo, y que necesitaban a su madre; también su esposo, quien pospuso su duelo como padre para apoyarla.

“Un día tuve un llamado de Dios, y un sueño divino. Soñé que me decía “no te quiero ver así, quiero que estés más unida con mi papá y mis hermanos””, comenta Imelda. Después de eso, vino la remodelación del cuarto de Pierre, luego de que ella se tomó un día para despedirse de sus cosas personales.

“El sueño era un llamado para salir adelante, ahora podemos darle ánimos a otras mamás, encontramos un nuevo propósito y dentro de lo malo también tenemos muchas satisfacciones, ahora apoyamos a gente que no sabe por dónde empezar y nosotras seguimos adelante a pesar de los tropiezos”, reflexiona la madre de Pierre.

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