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Prevalece la tradición de curanderos yaquis

Los conocimientos ancestrales se transmiten de generación en generación en los ocho pueblos de la etnia

Prevalece la tradición de curanderos yaquis

CIUDAD OBREGÓN.- A pesar de los cambios y avances que ha experimentado la sociedad en las últimas décadas, los usos y costumbres de la etnia Yaqui siguen vivos en los ocho pueblos que componen esta tribu y la transmisión de saberes ancestrales es una constante, siendo uno de los ejemplos más significativos de esta tradición el trabajo de los curanderos.

Según el Centro Cultural Yo’o Joara, ubicado en la comisaría de Cócorit, en los pueblos de la etnia Yaqui actualmente existen aproximadamente 50 curanderos, cada uno con una manera única de ejercer su don, quienes no sólo benefician a los miembros de la comunidad yaqui, sino también a todas aquellas personas que, con fe, buscan su ayuda.

Aunque algunos curanderos tienen más renombre que otros, todos comparten un propósito común: Ofrecer sanación a quienes lo necesitan, inclusive en ocasiones de la mano de tratamientos médicos.

El trabajo de los curanderos yaquis es multifacético mientras que algunos se especializan en aliviar enfermedades físicas o espirituales mediante el poder de sus manos o el uso de hierbas y remedios naturales; otros, por su parte, recurren a la intervención de santos y espíritus, a quienes llaman “doctores” o “guías”.

Lo que une a todos estos curanderos es una misma visión, es la creencia en que la sanación no sólo depende del cuerpo, sino también de la conexión espiritual y energética que cada individuo tiene con el universo, la naturaleza y los seres que lo habitan.

Por lo anterior, según la cultura yaqui el curandero se convierte en un puente entre lo material y lo espiritual, un agente sanador que trabaja en armonía con fuerzas que escapan a la comprensión racional.

Los dones de los curanderos yaquis no son producto de la casualidad, la mayoría de ellos los heredan de sus familias, quienes han practicado esta tradición de generación en generación. En otros casos, se cree que algunos nacen con ese don, comenzando con ellos un nuevo legado.

Tal es el caso de Ofelia Pérez Seguapicio, del pueblo de Loma de Guamúchil, quien desde los 5 años de edad descubrió que con sus manos podía dar sanación.

Actualmente tiene 74 años de edad y durante toda su vida ha sanado a cientos de personas que la visitan de sus mismas comunidades, pero también de otros municipios e incluso estados.

Además de ofrecer sanación, a doña Ofelia las personas que la visitan le solicitan ser protegidos contra “males puestos” como hechizos, mala vibra y envidia, lo que les concede, si sus guías le permiten.

Algo que realiza de forma cotidiana es sobar contra el susto o enfermedades estomacales a niños, especialmente bebés.

Habla su lengua natal mayormente y con el poco español que utiliza, compartió que soba a las personas, realiza limpias, quita manchas de la piel y cura de diversas enfermedades.

Contó que la buscan mucho y que inclusive algunos van por ella a su casa para llevarla hasta donde se encuentra la persona que requiere sus servicios.

Cuando tenía 5 años empecé, tampoco sé cómo lo aprendí, un día ya lo sabía, nomás me fueron llevando niños y yo los sobaba y los curaba, todo es obra de Dios, me mandó este don”, destacó.

Doña Ofelia atiende a uno de sus
pacientes. FOTO: MAYRA ECHEVERRÍA

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MUCHA MEJORÍA

Joel Amparano, de Ciudad Obregón, encontró en las manos de doña Ofelia la cura a una dolencia que lo acompañaba desde hace tiempo en uno de sus pies, la cual cada vez se intensificaban más.

Acudió con ella, dijo, y con un masaje en sus pies, fue que sintió notoria mejoría, la misma que lo sigue acompañando.

Yo tenía tiempo tomando medicamento, yendo a terapia para el pie y nada me quitaba el dolor, fui con doña Ofelia y me sobó desde ese día el malestar se me pasó. Como dicen no hay que dejar de creer y hay que tener fe”

Puntualizó que doña Ofelia le comentó que muchas personas le tienen envidia y que tiene un trabajo de malas energías puesto, por el cual iba a interceder por él.

Pacientes hacen fila en Loma de Guamúchil para ser atendidos por doña Ofelia Pérez en Loma de Guamúchil. FOTO: MAYRA ECHEVERRÍA

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DAN ALIVIO

Domitila Molina Amarilla, del poblado de Pótam, compartió que la medicina tradicional siempre se ha utilizado en su familia para tratar dolores y enfermedades, por lo que ella hace seis años luego de realizarse diversos estudios médicos sin encontrar una solución a un problema estomacal que presentaba, decidió acudir con una curandera.

Expresó que visitó a Juanita, hija de doña Petra en el pueblo yaqui de Huiribis, quien le dijo que tenía un mal puesto y que requería varias consultas, tratamientos e incluso una “operación” espiritual para quitárselo.

Yo padecí un malestar estomacal, un dolor y me decían que era gastritis, colitis y al final me dijeron que posiblemente era cáncer de colon, me dieron tratamiento, pero nunca sentí mejoría, tenía ocho meses tratándome, entonces vino a mi mente un recuerdo de Juanita, la hija de doña Petra, y fui con ella y le dije ‘quiero que tú me cures’, y cosa increíble me hizo un procedimiento de curarme y dice que me sacó unas cosas del estómago, del vientre bajo”, comentó.

Señaló que luego de la “operación” ella sintió mejoría inmediata y por eso mismo regresó a sus actividades normales, pero que, aunque pareciera increíble, como cualquier persona recién operada tuvo una recaída por no tener reposo, ni dieta conveniente.

Regresó a Huiribis con un dolor muy fuerte en el vientre bajo, expresó, que cuando Juanita la vio le dijo que el dolor era porque no siguió las indicaciones y que la volvería a “operar” pero que era obligación que hiciera reposo, porque si no, el procedimiento no serviría de nada.

Después de la segunda intervención, indicó, ahora sí siguió las indicaciones al pie de la letra y desde entonces a la fecha no ha tenido ninguna otra molestia y se encuentra muy bien de salud.

Se siente todo, aunque no veas una herida, también me dio unas pastillas invisibles, no se veían, es de fe, de creer en lo que te digan, bendito Dios fue todo el malestar que sentí, han pasado casi seis años y desde entonces no he sentido ninguna molestia”, subrayó.

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